sábado, 3 de mayo de 2014

ENTREVISTA CON DAVID M. BERRY

ENTREVISTA CON DAVID M. BERRY

Especialista en teoría de los medios y editor de Understanding Digital Humanities. Berry ha conectado hábilmente la cultura digital con la teoría crítica y ha levantado los primeros cimientos de una verdadera filosofía del software.

El autor relativiza la importancia de los análisis tecnológicos estrictamente materialistas y apunta hacia lo que podría convertirse en toda una Crítica de la razón computacional.

ANDRÉS LOMEÑA: Según Luciano Floridi, vivimos en la era del zettabyte. Las posibilidades del Big Data son apabullantes, de ahí que usted nos haya advertido sobre la cesión de numerosos procesos cognitivos a los ordenadores. ¿Qué significa para la condición humana esta rendición a la cultura tecnológica?
DAVID M. BERRY: En mi obra, lo crucial no son los datos, sino la computación, así que más que la era del zettabyte prefiero pensar en “la era de la computación ubicua”. Ésta es una distinción fundamental porque la computación es una precondición necesaria para el Big Data. No quiero decir que el Big Data no plantee importantes e interesantes preguntas filosóficas, sino que en un nivel de análisis más primordial, la computación es una condición de posibilidad para responder a muchas de las preguntas clave que se hace la especie humana (el cambio climático, por ejemplo). Por lo tanto, la computación es esencial, tanto teórica como empíricamente. El desafío para la condición humana es aclarar que lo que está en juego es exactamente la pregunta por el ser humano, la cual avanza en varias direcciones nihilistas, como determinadas manifestaciones de lo posthumano y ciertas filosofías del realismo.

A.L.: Hay que entender el software como un metamedio. No obstante, Geert Lovink suele recordarnos que el monomedio es un “sueño húmedo” para los defensores de la convergencia. Comparto las preocupaciones de José van Dijck sobre cómo se ha delegado la esfera pública a unas pocas empresas privadas (Facebook, Google y Twitter, entre otras). ¿Cuál es el fallo en esa cultura de la convergencia, si es que lo hay?
D.B.: No creo que Geert Lovink se esté refiriendo al modo en que lo digital y los medios computacionales están reconfigurando formas mediáticas previas. Sin embargo, Lovink acierta de pleno en el hecho de que la materialidad digital no se traduce automáticamente en un monomedio. El software puede estar invadiendo el mundo, pero lo está haciendo a través de un proceso de fuerzas parciales y contradictorias debido a múltiples conflictos internos e irracionalidades, pero también debido a la mediación del trabajo social a cargo de las fuerzas capitalistas. El software, de este modo, existe como un lugar de convergencia y salida, de control y libertad, de poder y resistencia. Esto muestra la importancia de la politización de la computación y la necesidad de nuevas alfabetizaciones digitales, lo que en otro lugar he bautizado como iteración. Si conocemos la lectura y la escritura de la nueva sociedad digital, los tipos de cultura convergente sobre los que previene van Dijck pueden deconstruirse y combartirse.

A.L.: Hay un completo caos de “formatos”: el HTML5, el MP4, los diferentes lenguajes de programación, las plataformas de integración como SAP, el epub3 y así sucesivamente. Usted habla de entropía del software en su libro La filosofía del software. Entiendo, por tanto, que aún sufrimos las consecuencias de una crisis ecológica de los medios: la infobesidad y la infoxicación siguen siendo términos válidos para analizar la sociedad actual.
D.B.: La proliferación de formas y protocolos de medios computacionales son una señal importante del potencial creativo de la computación, no sólo a nivel técnico, sino también en cuanto a las posibilidades culturales, sociales y políticas que el software materializa. Tenemos que distinguir entre la rápida proliferación que se produce bajo la superficie de la cultura computacional y la aparentemente benigna quietud de las interfaces. La computación se suele identificar con una estructura económica de ganador absoluto y está claro que la contestación política en el nivel de la interfaz y del código es muy relevante. También deberíamos admitir que lo que parece un caos desde lejos es mucho más sutil de cerca porque la computación funciona a través de un mecanismo de abstracción generalizada; el proceso que impulsa la innovación de los sistemas computacionales también muestra que la computación siempre está inmersa en un proceso de contestación y construcción de alianzas. En mi opinión, una esfera pública que permite la contestación democrática a nivel técnico es políticamente saludable.

A.L.: Ha contribuido junto a otros autores al desarrollo de los estudios de software. ¿Qué pasa con los estudios de hardware? Es un campo que parece inexistente. Ya hay una historia cultural del mp3 escrita por Jonathan Sterne y sería genial asistir al nacimiento de historias culturales de otras tecnologías y formatos.
D.B.: Ha habido algunas obras importantes sobre hardware que provienen de la teoría alemana de los medios. Por ejemplo, la obra de Friedrich Kittler, aunque también pienso en la historia de las técnicas culturales y en la arqueología de los medios. En cualquier caso, la importancia de la materialidad de la computación y lo digital no puede exagerarse. Mi obra, en la medida en que es una contribución a los estudios de software, ha sido muy precisa en este aspecto. Necesitamos reconocer que el software está revolucionando el hardware hasta el punto de que los algoritmos diseñan y dirigen la producción de hardware (piensa en las fábricas de chips), ya que se exceden las capacidades humanas para desarrollarlo a ese nivel. Hay contribuciones importantes a la historia cultural del hardware, pero deberíamos ser cuidadosos a la hora de hacer distinciones estrictas y saber que el software y el hardware son dos lados de la misma moneda de la computación.

A.L.: ¿Qué puede contarnos de su proyecto New aesthetics?
D.B.: La nueva estética tiene que ver con las tecnologías digitales: son manifestaciones de lo post-digital. Esas instancias pueden leerse sintomáticamente y en un sentido estético para así ayudarnos a que nuestra condición computacional contemporánea tenga sentido. Interpreto las creaciones como artefactos culturales que representan historias encriptadas, momentos metafísicos que nos permiten observar la reconfiguración de nuestro horizonte de inteligibilidad.

A.L.: ¿Alguna recomendación final para mejorar nuestro entendimiento sobre la cultura computacional?
D.B.: Tenemos una tarea urgente: movilizar una filosofía crítica que ofrezca respuestas e interpretaciones a nuestra condición histórica actual, la cual está marcada por la computación. Cuanto más penetra la computación en nuestras vidas cotidianas y cuanto más interviene en nuestras vidas personales y sociales, más urgente se vuelve la tarea. Esto implica una relectura crítica de las claves teóricas y de nuestro trabajo filosófico; necesitamos proponer nuevos conceptos, pero también debemos proporcionar indicadores sobre el desarrollo del trabajo empírico en la sociedad computacional.
Mi trabajo es contribuir con esta tarea y mi nueva obra está centrada en el modo de codificar y descodificar la empobrecida, aunque potencialmente reveladora, cultura de la computación. Estoy explorando nuevos enfoques para leer y escribir lo digital, lo cual nos permitirá criticar y construir nuevos mundos dentro de un campo de computación criptográficamente opaco, pero también movilizaré el pensamiento crítico de épocas anteriores para proporcionar una crítica de la vida computacional.

3 de mayo de 2014
Andrés Lomeña