domingo, 29 de septiembre de 2013

ENTREVISTA CON LUCIANO FLORIDI

El autor de una tetralogía, aún sin terminar, sobre la FILOSOFÍA DE LA INFORMACIÓN.

ENTREVISTA CON LUCIANO FLORIDI

ANDRÉS LOMEÑA: La filosofía de la información es el primer volumen de una trilogía. ¿Cuánto ha tardado en concebirla y cuándo leeremos el segundo y el tercer volumen?
LUCIANO FLORIDI: Me llevó más de una década, sobre todo porque tardé mucho tiempo en ver lo que era obvio: la filosofía de nuestro tiempo es la filosofía de la información. Ahora parece absolutamente trivial sostener que la filosofía necesita abordar seriamente el fenómeno informacional y ofrecer a nuestra sociedad mejores herramientas conceptuales para comprender y dar forma a nuestras realidades. Después de establecer el marco general para una filosofía de la información, el resto del proyecto fue fácil. Ahora se ha convertido en una tetralogía. El volumen dos, The Ethics of Information, se acaba de publicar. Los otros dos volúmenes, The Policies of Information y The Elements of Information, están aún en fase de desarrollo. Me mantendrán ocupado durante un tiempo.

A.L.: Ha escrito sobre la Inteligencia Artificial como un antecedente en la aparición de la filosofía de la información. Para mí, las promesas de la Inteligencia Artificial están muertas, aunque hay quien sigue creyendo en la “transferencia mental” y en otros tópicos de la ciencia-ficción. ¿Usted confía o descree de la IA?
L.F.: La Inteligencia Artificial pueden ser muchas cosas. En un extremo del espectro, se presenta como un campo serio de la ingeniería, con investigaciones y aplicaciones que nos han dado algunas de las tecnologías que usamos hoy, desde los vehículos sin tripulación a los traductores automáticos. Los límites de este tipo de Inteligencia Artificial y de las tecnologías inteligentes son los límites de nuestros recursos: inteligencia, inventiva, física (algunas cosas son simplemente imposibles, como viajar más rápido que la luz) y dinero (algunas cosas son perfectamente posibles pero inviables: piensa en el Concorde y los vuelos supersónicos). Al otro lado del espectro están las formas ficcionales de la Inteligencia Artificial. Según esta perspectiva, podremos construir robots como nosotros o incluso mejor que nosotros, transferir nuestras mentes en los cuerpos, teletransportarnos, etcétera. En general, se trata del viejo sueño de la humanidad. Por supuesto, el sueño se convierte en una pesadilla si imaginamos a los robots dominándonos.
La transferencia mental podemos dejarla para Hollywood. No debería confundirse con las teorías filosóficas que tratan de entender si la realidad puede ser interpretada informacionalmente. Creo que esto es un proyecto intelectual que merece la pena porque una interpretación así nos ayudará a hacernos más conscientes de nuestras vidas en un mundo cada vez más dependiente de las tecnologías de la información. No confundamos la filosofía con la ciencia-ficción.

A.L.: David Chalmers ha intentado prolongar el trabajo de Carnap para lograr una descripción lógica y completa del mundo. Para Chalmers, todas las verdades pueden extraerse de un conjunto básico de verdades. ¿Es posible esa gramática del mundo?
L.F.: Desde el tiempo de los enciclopedistas, hemos estado pensando en la descripción definitiva del mundo mediante un “gran relato”. Es un error comprensible. No olvides que el proyecto de Carnap terminó en un fracaso. Un filósofo mucho mejor tuvo una visión más acertada sobre la posibilidad de conocer el mundo. Kant, como sabes, sostuvo que nuestro conocimiento es el resultado no de las meras representaciones (no somos máquinas fotocopiadoras), sino de interacciones proactivas, de interpretaciones del mundo. En una línea similar, he defendido que la realidad es más como un depósito ilimitado de ingredientes (los datos) que usamos, reutilizamos y recreamos para construir un número ingente de descripciones (la información). Piensa en una casa y cuántas maneras hay de describirla: el propietario, el comprador, el abogado, el arquitecto, los vecinos, los hijos, la policía, los bomberos, los trabajadores sociales, los historiadores, los urbanistas...
No hay una “gramática del mundo” porque somos nosotros quienes escribimos el mundo. Esto no es lo mismo que decir que somos libres de describir el mundo de cualquier forma. Sería estúpido pensar así. El mundo ofrece restricciones muy severas (recuerda lo que dije de los datos) que garantizan que algunas opciones estén fuera de toda duda y algunas otras sean más plausibles. Para decirlo con otra analogía: piensa en los ingredientes del frigorífico y en cómo puedes cocinarlos. Los ingredientes (los datos) no nos permiten seguir ninguna receta, y algunas recetas serían más fáciles y obvias que otras. En el ejemplo previo, cada forma de describir la casa es como una interfaz, cada descripción se refiere a la misma casa, pero ninguna de éstas agota lo que representa la casa, y cada descripción es “mejor” o “peor” dependiendo de la pregunta que hagas, de si es una cuestión legal, de valor económico, de edad, etcétera. Eso es también lo que nuestro entendimiento de la física nos enseña hoy. Richard Feynman lo resumió de manera elegante en El carácter de la ley física al decir que a un ordenador le lleva un número infinito de operaciones lógicas resolver lo que sea, por muy pequeña que sea una parte del espacio y del tiempo. Y una casa contiene un montón de pequeñas regiones de espacio. La descripción del mundo sólo terminará cuando paren nuestros esfuerzos por producir una nueva.

A.L.: ¿Le resulta útil la semántica de los mundos posibles? Lo digo porque usted ha hablado del problema de Gettier y de otros problemas lógicos y contrafactuales.
L.F.: Sí, resulta muy útil. Sólo necesitamos recordar la advertencia atribuida a Locke: algunas veces seguimos afilando nuestros lápices, aunque nunca los usemos para escribir. Sería un error preocuparse sólo por los mundos posibles (o por los imposibles) cuando el único que tenemos se va a ir al infierno.

A.L.: ¿Por qué considera que su obra es muy kantiana? ¿Qué hay de Leibniz y de su relación temprana con la computación?
L.F.: Kant es el filósofo que más me ha influido en mi forma de pensar. Creo que deberíamos tomar su trascendentalismo (la reflexión sobre las condiciones de posibilidad) como el punto de partida para construir nuestra filosofía contemporánea.
Leibniz fue un genio extraordinario. Esto se hace más evidente cuanto más progresamos en nuestro entendimiento de su filosofía y de nuestra ciencia. Valoro su posición teológica. Es más, creo que tuvo una argumentación más sólida sobre la prueba ontológica de la existencia de Dios de lo que Kant quiso reconocer. Su racionalismo es un saludable y refrescante contraataque a las formas ingenuas de empirismo de todas las épocas, pero no comparto su metafísica de las mónadas por razones kantianas.

A.L.: ¿Qué me dice de Lev Manovich? Es uno de los grandes en su campo.
L.F.: La obra de Manovich parece muy interesante, pero tengo que confesar que la debería conocer mejor. Leer más sobre su obra está en mi lista de tareas pendientes.

A.L.: ¿Los paradigmas de la programación responden a los paradigmas de Kuhn? Ya me entiende, el paradigma de la programación orientada a objetos.
L.F.: La brillante obra de Kuhn sobre los paradigmas, la ciencia normal y las revoluciones científicas permiten diversas aplicaciones, incluyendo la evolución de los lenguajes y los estilos de programación. Hay, sin embargo, al menos un riesgo, que es la excesiva generalización. Una cosa es como cualquier otra si se da con la conexión adecuada, así que cualquier cambio o carencia puede describirse en términos kuhnianos. En el caso de la evolución de los modos de programar, es frecuente el caso de que alternativas distintas ofrezcan soluciones diferentes para problemas relacionados. Por ejemplo, alguien puede querer usar Java para una aplicación web, pero Prolog para una aplicación de Inteligencia Artificial. Los estilos y las modas no equivalen a los paradigmas de Kuhn.

A.L.: ¿Alguna recomendación para los estudiantes que se quieran iniciar en su campo de estudio?
L.F.: Recomendaría encarecidamente dos clásicos: El uso humano de los seres humanos – cibernética y sociedad de Norbert Wiener y Las ciencias de lo artificial de Herbert Simon. Son accesibles y te recompensan por el esfuerzo de intentar entenderlos.

A.L.: No sé si desea añadir algo.
L.F.: Sólo unas palabras de ánimo. Pensar es doloroso. No nos gusta, o no más de lo que nos gusta el dolor muscular. Pensar es la única cosa que puede salvarnos y somos bastante buenos en eso. Así que pongamos todas nuestras energías, superemos el dolor e intentemos formular las ideas correctas que puedan arreglar nuestras sociedades, nuestro medio ambiente y nuestras vidas. Necesitamos entender filosóficamente lo que es el proyecto humano y cómo deseamos gestionarlo políticamente. Tenemos que pensar. En una palabra: ¡Cogitandum!

29 de septiembre de 2013
Andrés Lomeña

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