lunes, 13 de mayo de 2013

ENTREVISTA CON STEVEN JONES

Entrevista al autor de THE EMERGENCE OF THE DIGITAL HUMANITIES.

http://stevenejones.org
http://emergenceofdhbook.tumblr.com

ANDRÉS LOMEÑA: He observado con Google Ngram un declive del término cibercultura desde el año 2001. Las Humanidades Digitales aún no despegan. ¿Qué le ocurrió a la cibercultura? ¿Son las Humanidades Digitales su digna sucesora?
STEVEN E. JONES: En realidad, el cálculo en las humanidades se remonta a mediados del siglo XX, pero el nombre “Humanidades Digitales” cobró protagonismo alrededor de 2004-2008, como Matthew Kirschenbaum, John Unsworth y otros han relatado. Me interesa el progresivo desuso del término “ciberespacio” y del prefijo “ciber”. Creo que ahora suena algo desfasado (sólo los militares y la policía lo usan con regularidad: en “ciberguerra” y “ciberacoso”, por ejemplo, al menos en Estados Unidos y en Gran Bretaña).
William Gibson, que acuñó el término, dijo recientemente que el ciberespacio está en “eversión”, esto es, volviéndose de adentro para afuera y colonizando el mundo físico. Esto es sólo una metáfora (al igual que lo era el ciberespacio) sobre qué está pasando desde 2004-2008; una serie de cambios en las tecnologías de redes y en la actitud de las personas llevaron a una nueva percepción colectiva que determinó “la muerte del ciberespacio” como la metáfora dominante y a la aceptación del vacío ideológico. Las personas se dieron cuenta de que la red no es un lugar trascendente alejado del mundo, es una parte mundana del mismo. Todo está a nuestro alrededor y somos parte del todo: la realidad aumentada, los dispositivos móviles y las impresoras 3D a precios asequibles son aplicaciones de esta nueva actitud.
Creo que este cambio, la eversión, ayuda a explicar la aparición de una corriente recientemente visible, el cálculo en las humanidades, algo que creció entre 2004 y 2008. Esto llegó a conocerse como Humanidades Digitales (o HD). El poder de la idea del ciberespacio se erosionó significativamente y con ello también empezó a decaer el “dualismo digital” (tal y como dijo el sociólogo Nathan Jurgenson), que asumía una separación clara de lo digital y lo físico. En ese momento las Humanidades Digitales obtuvieron atención pública, especialmente en Estados Unidos, con las nuevas funciones de las Humanidades Digitales en el NEH (http://www.neh.gov/), noticias en prensa, etcétera. Las nuevas Humanidades Digitales salieron al exterior: ideas sobre la “digitalización” como una forma de explorar los intercambios entre los objetos físicos y los datos digitales, por ejemplo, y también como una forma de mirar con nuevos ojos un corpus de textos relativamente largo. Las nuevas HD también empezaron a promover la fabricación de cosas y el hacking como métodos teóricos y exploratorios para las humanidades; se empezó a mirar los datos como si estuvieran enredados desde siempre con los textos, los archivos, los artefactos y las teorías de las humanidades. En este sentido, las humanidades han alcanzado la eversión.
Mi libro [aparecerá en septiembre de 2013] sólo aspira a hacer una contribución al discurso alrededor de las Humanidades Digitales. No es una introducción general ni una historia de la disciplina. Es un ensayo extenso sobre la confluencia de lo que Gibson ha llamado la eversión del ciberespacio y el crecimiento de los nuevos modelos de las Humanidades Digitales (fuera de la tradición del cálculo de las humanidades).

A.L.: ¿Le parece que las Humanidades Digitales son algo así como un revival de las dos culturas? La división entre ciencias y letras, para entendernos.
S.J.: Las Humanidades Digitales son parte de una tendencia mayor que borra la oposición binaria entre las dos culturas que señaló C. P. Snow, ya que se puede probar que los humanistas no son “luditas naturales”, como él afirmó. Además, las HD presentan ciertas formas de colaboración y métodos técnicos para historiadores, críticos literarios y otros académicos del ámbito humanístico. La colaboración es el objetivo. No pienses en la solitaria carga de un teórico de la literatura que tenga que aprender a programar o desarrollar análisis de datos. En lugar de eso, piensa en aprender sobre plataformas de publicación digital, de visualización y de programación para trabajar con varios equipos interdisciplinares. Eso es mucho más divertido, para empezar.

A.L.: ¿Cuál ha de ser el rol de las Humanidades Digitales en defensa de las “humanidades tradicionales”?
S.J.: Ésta es una pregunta complicada. En primer lugar, creo que las HD abren las humanidades hacia una perspectiva de la realidad sofisticada y orientada a objetos, algo que puede expandir la investigación de las humanidades más allá de algunas formas tradicionales y de las fronteras institucionales. No se trata solamente de aprender a usar ordenadores. También pienso que los practicantes de las HD tienen que resistirse a la cooptación; no deben venderse a la creciente corporativización de la universidad (Alan Liu es muy bueno en este problema). Observa la reciente controversia en Estados Unidos con los MOOCs: algunos dicen que las Humanidades Digitales son cómplices de su crecimiento y muchos dentro de las HD dicen que no, que nada tienen que ver con esto. Stephen Ramsay ha argumentado que no todo lo digital en la universidad es Humanidades Digitales y que no toda la tecnocracia puede asociarse con ellas ni podemos culparlas de todo. Es cierto que los humanistas digitales tienen que ser críticos y estar alerta con el trabajo académico y con las tecnologías, como por ejemplo el fetichismo de la educación STEM [ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas].

A.L.: Usted ha estudiado el fenómeno histórico del ludismo. El filósofo John Zerzan me dijo que el neoludismo será cada vez más común en esta sociedad desquiciada. No sé qué piensa de esta posibilidad, pero vuelve a haber estudios que aseguran que el progreso tecnológico es el causante de la destrucción de empleos, como el reciente libro Race against the machine.
S.J.: No estoy seguro de si el neoludismo va a crecer mucho más allá del tope de finales de los años noventa, ya se verá (Zerzan tiene sus propios motivos para creer que eso va a suceder). El objetivo de mi libro Contra la tecnología era diferenciar la ideología antitecnológica de la actualidad del ludismo histórico, que fue, después de todo, un movimiento social llevado a cabo por maquinistas y artesanos, maestros de sus propias tecnologías.
Parte de la confusión es que muchos (no todos) neoluditas están menos preocupados por los trabajos per se que por los estilos de vida que llevan, como alejarse de la vida urbana o pedir un “sabbath” de Internet. Otra vez recurro a Nathan Jurgenson, que ha llamado a esto el fetiche de “la vida real”. Todos los temas actuales son muy importantes: la automatización, los despidos, la externalización de la electrónica en China, etcétera. Que yo sepa, nadie de las Humanidades Digitales acepta ingenuamente la idea de “progreso” como sinónimo de más tecnología. Por otra parte, el neoludismo, la renuncia a la Tecnología (con esa “te” en mayúscula) puede ser un síntoma de ideología romántica y una parte del problema.
Lo que se necesita es más compromiso, no menos, una especie de actitud hacker positiva que consiga que las humanidades sean tan críticas con las tecnologías como el uso que les dan para los proyectos humanísticos. Esto tiene que hacerse desde un conocimiento elemental de las plataformas y el código. Ésa es la manera en que las nuevas Humanidades Digitales (con ese énfasis en montar, programar y construir cosas) puede tener un efecto progresista; puede enseñar un tipo de compromiso técnico y una responsabilidad práctica de los humanistas con las tecnologías, un compromiso crítico muy necesario desde una posición de la experiencia interdisciplinaria.

A.L.: ¿Las impresoras 3D serán simple vaporware o una nueva fase en la democratización de las tecnologías? ¿Qué me dice de las Google Glass?
S.J.: Las impresoras 3D ya son algo más que vaporware. Ahora mismo, sobre mi escritorio, tengo un pequeño objeto impreso. Las declaraciones que se vierten sobre esas tecnologías, especialmente en los círculos de las start-up, son pretenciosas, pero esas herramientas quizás puedan ser “útiles” de una forma menos obvia en las artes y las humanidades, como dispositivos especulativos, máquinas esculturales, recordatorios creativos y simbólicos de la eversión en la que vivimos, en la que datos digitales se llegan a manifestar como objetos físicos. Bethany Nowviskie (en Virginia) ha escrito con elocuencia sobre ese proceso y sobre los roles de hacer y jugar en las nuevas HD. En cierto modo, esto nos devuelve a tu pregunta sobre el valor instrumental de las humanidades. Creo que las HD entran en juego gracias al lado creativo de esos fabricantes/creadores y al movimiento de “hacedores” en general.
Las gafas de Google son una historia muy distinta. Es el primer gran relato público sobre la tecnología de Realidad Aumentada, así que refleja un amplio abanico de reacciones, desde el frenesí al horror. Incluso Google se da cuenta de que el prototipo está generando preguntas sobre privacidad, conectividad, ubicuidad y acceso. Yo recomendaría a cualquier persona que no espere a las gafas para lidiar con esos temas al salir a la calle; ya tenemos cámaras y procesadores casi en todas partes. Los datos fluyen como un torrente a nuestro alrededor.

A.L.: ¿Recomendaciones finales?
S.J.: Ya he citado a unas cuantas personas, pero recomendaría la compilación de Matt Gold Debates in the Digital Humanities, que pronto estará disponible en una edición open access. En realidad, más que una sola fuente, recomendaría Twitter, donde muchos de los humanistas digitales se muestran extremadamente activos. Sigue los hilos desde allí y te llevarán hacia otras fuentes.

14 de mayo de 2013
Andrés Lomeña

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