jueves, 22 de noviembre de 2012

ENTREVISTA CON MARK DEUZE

El autor de "Vida mediática" responde a algunas preguntas sobre la cibercultura y el ciberespacio.

ANDRÉS LOMEÑA: Usted ha conocido al sociólogo Zygmunt Bauman y ha usado su concepto de modernidad líquida para hablar del trabajo líquido y de los medios líquidos. ¿Qué cambios está sufriendo la mediópolis, por usar los términos del teórico Roger Silverstone?
MARK DEUZE: La mediópolis de Silverstone es nuestro mundo: no hay un “afuera” a nuestro espacio público mediado. Los medios dan forma a las experiencias y expresiones de la vida cotidiana. En ese espacio, tanto físico como virtual, los medios se han imbricado en cada forma de ser, ver, moverse y actuar, sin reemplazar la experiencia vivida; el “no lugar” de los medios siempre lleva consigo “algún lugar” de la vida.
La vida líquida de Bauman puede verse, quizás, como una reflexión sobre las consecuencias sociales de la mediópolis cuando se ignora o se subestima el significado de su naturaleza material. Por otro lado, en Vida mediática hago un esfuerzo para ofrecer el contexto histórico de nuestro tiempo, argumentando que muchos aspectos en juego de la modernidad líquida tienen precedentes que se han visto amplificados y acelerados por los medios.
Como en todos los medios, Internet ha entrado en una fase de madurez donde su estado de caos inicial queda absorbido, al menos en parte, por las fuerzas gemelas de la política y la economía. Sin embargo, como el resto de las historias de los medios de comunicación nos han mostrado, esto no significa necesariamente que se vaya a encerrar en sí misma, como en la “clausura de lo común” que sugieren algunos. Cuantos más grupos políticos y comerciales intenten consolidar su poder de base, más crecerán las formidables fuerzas encaminadas hacia la libertad y la experimentación. Además, no toda la presión comercial es conservadora, al igual que tampoco todos los manifiestos del ciberespacio son progresistas. Está garantizada una mirada más sutil que va más allá de la utopía o la distopía.

A.L.: El académico David Hesmondhalgh publicará la tercera edición de Las industrias culturales porque todo ha cambiado. Entrevisté a Mark Dery y Richard Barbrook y ellos me parecen los grandes cronistas de los noventa, pero necesitamos nuevos autores que expliquen las consecuencias culturales de fenómenos más recientes. Quizás Eli Pariser y Evgeny Morovoz se postulan como los nuevos héroes a la hora de desmitificar el poder emancipatorio de los medios sociales.
M.D.: La obra de Hesmondhalgh ha mostrado aprecio por los matices y por la naturaleza compleja de la experiencia vivida a través de las industrias creativas, enseñando las tristes vías de explotación laboral y las estrategias de empoderamiento hacia la realización personal. Es el tipo de obra que sirve como guía para poder continuar hacia adelante. Aunque Morozov, Pariser y Zittrain son excelentes analistas de la industria que hay detrás de Internet, su obra está tan viciada como, por momentos, las visiones más optimistas de Henry Jenkins y Yochai Benkler. Tenemos que ir más allá de la dicotomía utopía-distopía. Los medios sociales no son emancipatorios por defecto, como no lo son los periódicos ni cualquier otro medio. Lo que los medios hacen es, grosso modo, amplificar y acelerar los procesos sociales que ya están en marcha. Al mismo tiempo, nuestro instinto para ser sociales (e incluso sociables) se ve desafiado y tensado por nuestra exposición simultánea a los medios de comunicación. Yo todavía soy optimista sobre las posibilidades de nuestra cultura digital y de nuestras vidas mediáticas. El verdadero poder emancipatorio de la ecología de los medios actuales reside en nuestra habilidad para contemplar nuestras propias vidas y las de los demás. No debemos subestimar las consecuencias de esa conciencia, que inspira tanto narcisismo como altruismo.

A.L.: La crisis económica está siendo especialmente cruel con el periodismo. En su libro Managing media work ha estudiado la estructura internacional del nuevo trabajo cultural. ¿Podría contarnos su perspectiva del futuro próximo del mundo de la comunicación y el entretenimiento?
M.D.: Aunque simpatizo con los trabajadores de los medios recientemente despedidos y soy muy consciente de la naturaleza precaria del empleo en las industrias creativas, la falta de un empleo estable y seguro en el sector cultural (al que el periodismo pertenece) ha seguido igual desde hace bastante tiempo. En el periodismo ha afectado especialmente porque parece una industria mucho más asentada (por sus modelos tradicionales de negocios, volumen de trabajo convertido en rutina, ciclos de producción predecibles, etcétera) que la mayoría de las industrias creativas (como la publicidad, los juegos digitales, la música o el cine). Ahora estoy empezando un nuevo proyecto para investigar el futuro de los periodistas centrándome en ir “más allá del periodismo” (es el título provisional de un libro que he firmado con Polity Press) en el sentido nietzschiano, es decir: despojarse de todos los parámetros tradicionales del trabajo de redacción y dar con unos parámetros propios. Esto podría ser como freelancers, escribiendo y editando en grupo, como redes organizadas internacionalmente, mediante una startup de Internet, etcétera. La clave aquí es que el futuro del trabajo cultural puede encontrarse fuera de las instituciones mediáticas oficiales.

A.L.: Ahora proliferan community managers, cursos de social media y un largo etcétera. ¿Veremos una nueva burbuja .com? El teletrabajo resultó no ser la panacea y el proceso de digitalización también ha acarreado muchos problemas burocráticos.
M.D.: El mejor estudio de las consecuencias personales de este “nuevo mundo feliz” del trabajo creativo es Work’s Intimacy de Melissa Gregg, donde ella investiga las vidas laborales de trabajadores de los medios y de sus familias en centros urbanos australianos. Se describe cómo sobrellevan la precariedad, las jornadas laborales interminables y lo que llamo en mi libro Media Work un estilo de vida en el que vivir ha llegado a definirse en función de tu trabajo. Cuando el trabajo se convierte a la vez en el camino y el destino del afecto y la autorrealización, no parece sorprendente que terminemos trabajando todo el tiempo, incluso a veces aceptando (o racionalizando) no ser pagado por el trabajo realizado. Éste es un ciclo problemático que puede romperse buscando respuestas más allá de lo que Ulrich Beck llamaría “categorías zombis” de la industria y el trabajo.

A.L.: Derrick de Kerckhove decía que en el pasado los libros eran aceleradores del pensamiento y que ahora son más bien ralentizadores de ese pensamiento. Admito que echo de menos algunos textos como Inmediatismo de Hakim Bey, que abogaba por buscar una vida de experiencias no mediadas.
M.D.: Los libros no desaceleran nuestro pensamiento. Los medios impresos determinan y estructuran el pensamiento de diversas formas, al igual que los medios audiovisuales. En un contexto conectado, digital y convergente, nuestros pensamientos aceleran y frenan de una forma indeterminada, lo que es una experiencia totalmente perturbadora. En Vida mediática sostengo que la llamada inmediatista de Hakim Bey, que persigue una vida de experiencias más directas y completas, puede en realidad lograrse estando sumergidos en los medios (es a través de los medios como volvemos a conectar con la realidad de una forma significativa, ética y estética). Nos tomamos los medios demasiado literalmente: éstos no están entre nosotros y la realidad, sino entre nosotros. En los medios, también tomamos responsabilidad de las desigualdades de nuestro mundo porque las presenciamos a diario. En los medios, no podemos no mediar, no podemos no presenciar.

A.L.: No sé si es casualidad que dos de los mejores pensadores de los medios sean holandeses: Geert Lovink y usted.
M.D.: Eres demasiado amable al otorgarme esa reputación, aunque comparto tu apreciación sobre Geert. Quizás venir de una nación pequeña, pero bastante arrogante y ambiciosa, nos da una cierta voluntad para explorar, pensar abiertamente y expresarnos con atrevimiento.

A.L.: Las redes sociales con geolocalización como Foursquare son algo interesante para reflexionar sobre la privacidad, el voyeurismo o el narcisismo. ¿Cómo está mutando la esfera pública?
M.D.: La esfera pública y la privada han colapsado en el mundo-de-la-vida mediada. Con esta tendencia tenemos más oportunidades que nunca para estar obsesionados con nosotros mismos. Como teóricos de los medios, nuestra tarea es navegar con la identidad de Narciso y remar en el estanque con todo el mundo. Las imágenes que podamos reunir de nosotros mismos siempre serán incompletas; siempre faltará la complejidad de nuestra personalidad y siempre perderemos las particularidades de nuestro espíritu. ¡La belleza de esto es que debería desviar nuestra atención de nosotros mismos! No somos tan especiales como individuos. Ciertamente, interesa a los partidos políticos para que nos hagan sentir bien como ciudadanos, al igual que interesa a las empresas para que nos convenzan de nuestras cualidades únicas como consumidores... pero como seres humanos, no lo somos. Lo que nos hace especiales es la manera en que nos responsabilizamos unos de otros. En la vida mediática, las oportunidades para hacer eso abundan. La pregunta es qué haremos con esas oportunidades.

A.L.: Esta entrevista digital llega a su fin.
M.D.: Vivir en los medios nos permite crear arte con nuestra propia vida porque podemos ponerla en perspectiva y observarla. La autovigilancia es un poder individual interesante: ¿La usamos como autocensura y para levantar las murallas del control social, o la usamos para dejarnos llevar y vivir más y mejor en el mundo?

Andrés Lomeña
22 de noviembre de 2012

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