martes, 30 de octubre de 2012

ENTREVISTA A JOHN ZERZAN

Esta entrevista se realizó en algún momento de 2008. Me parece interesante recuperarla.

ANDRÉS LOMEÑA: El concepto de anarcoprimitivismo suena extraño en este contexto capitalista en el que todo tipo de resistencias son mercantilizadas. El escritor ecoanarquista Derrick Jensen busca la involución de la civilización. Según sus tesis, antes de la domesticación que surgió con el invento de la agricultura, la especie humana era esencialmente ociosa, sana, sensual con la naturaleza e igualitaria. Sus oponentes trivializan sus pensamientos y le comparan con un nuevo Thoureau. ¿Cómo se puede pensar en el anarcoprimitivismo sin admitir cierta victoria de los oponentes? Lo digo porque esta entrevista se ha producido gracias a Internet.
JOHN ZERZAN: Sí, nuestros detractores salen airosos en este aspecto. Estamos enredados en muchas contradicciones, cuando no hipocresías, casi por estar viviendo hoy. Pero nosotros no pedimos estar en estas condiciones y me parece que debemos usar todas las medidas posibles para empujar el diálogo en la sociedad hacia ciertas cuestiones. ¡Sobre nuestro devenir suicida, principalmente! Si evitáramos la tecnología para comunicarnos sería virtualmente imposible contribuir al diálogo crítico, ¿no crees?

AL: Parece rechazar todo tipo de proyecto emancipatorio relacionado con la palabra “progreso”. ¿Por qué no podemos mejorar nuestra forma de vida si somos capaces de detectar nuestros errores como civilización?
J.Z.: El progreso es claramente un progreso hacia la total deshumanización y destrucción de la biosfera. Esto empieza a resultar muy obvio como sociedad y tanto ésta como el medio ambiente se deterioran de manera patológica. Tanto nuestra naturaleza interior (las emociones) como la exterior están hechas jirones. Las matanzas en las escuelas de Estados Unidos son ahora eventos frecuentes, setenta millones de personas tienen serios problemas para dormir, los hombres están incrementando su dependencia con las drogas para cumplir sexualmente, millones necesitan antidepresivos para funcionar, el riesgo de obesidad está creciendo, etcétera. Lo que está ocurriendo al medio ambiente es bastante obvio para detallarlo: es un desastre que sigue desarrollándose.
La cuestión es que esto no es accidental, sino algo dirigido por instituciones sociales: la división del trabajo y la dominación de la naturaleza. La modernidad es una unidad que da lugar a la sociedad de masas, una unidad de fallo y empeoramiento: una crisis en cada esfera, en cada nivel. La izquierda y la derecha están unidas en esto.

A.L.: ¿Qué hay de una ciencia como la medicina? También existe una dominación, una mirada médica, un trato jerárquico. Y sin embargo ha salvado vidas y ha mitigado dolor.
J.Z.: La tecnología estalla en la industrialización, la cual está destruyendo y deformando la vida. La medicina cree tener todas las respuestas, pero es parte del dispositivo tecnológico que crea los problemas. La agricultura, como domesticación, también es parte del problema. La domesticación, la voluntad de controlar, que fue llamada por Jared Diamond “el mayor error humano jamás cometido”. Esto empieza con la agricultura y continúa hasta la clonación, la ingeniería genética, la nanotecnología, el control actual a un nivel de dominación subatómico. La ciencia no es más neutral que la tecnología, siempre hay valores implicados incluso aunque no sean reconocidos.

A.L.: ¿Y qué me dice del arte? Ha declarado que todo arte, como simbolización, es un sucedáneo, una falsificación. ¿Acaso no disfruta con él? Desde luego conoce a los grandes autores de la literatura, si bien los critica.
J.Z.: Claro que disfruto el arte. Mi visión da cuenta de la congruencia en la emergencia de lo simbólico y la emergencia de la alienación y la desigualdad. ¿Simplemente una coincidencia? Hay una pregunta antropológica similar: la emergencia de la religión y la emergencia del monoteísmo, en términos de conexión. Hay una pregunta más importante: ¿No podríamos algún día, en un mundo no alienado, dejar de necesitar la consolación del arte?

A.L.: Usted representa la tecnofobia, mientras el transhumanismo representa la tecnofilia. ¿Qué piensa de esta corriente?
J.Z.: Sus argumentos representan un tecnofascismo, desde mi punto de vista. Su abrazo a la tecnocultura me repele completamente. A ellos no les preocupa que lleguemos a ser máquinas.

A.L.: Debe mucho al antropólogo Marshal Sahlins. ¿Y a Lévi-Strauss? Él también escribió sobre la mente del salvaje.
J.Z.: Sahlins, eso es. Lévi-Strauss también, pero él no estudió la domesticación de las personas, así que su trabajo no ha sido tan pertinente para mis exploraciones.

A.L.: ¿Cuál es la conexión entre su pensamiento y el veganismo?
J.Z.: El veganismo es una reacción contra la industrialización de lo que comemos (los animales, claro). Pero aquí también surge la cuestión, ahistórica, de si siempre fue erróneo consumir animales y sus productos derivados. Ésta es una posición reciente. El “homo” comió carne durante tres millones de años de su existencia, encontrándola o cazando. Es posible que un cambio pudiera darse dejando la carne completamente, pero lo encuentro un poco difícil dada la imagen de nuestra historia.

A.L.: ¿Es posible un renacimiento del ludismo?
J.Z.: Un renacimiento no es sólo posible sino altamente probable, diría yo. Cuanto más vacía y desoladora llegue a ser la tecnocultura, más crecerá la resistencia.

A.L.: El reloj reifica el tiempo, según sus escritos. ¿Qué tipo de “ética práctica” nos propone usted, entonces?
J.Z.: En realidad no sé qué es práctico en este contexto totalizador. Quizás cualquier ejercicio o experiencia que ensaye una dirección totalmente diferente. Pienso que aprender habilidades de supervivencia es una forma de prepararnos y empezar a reconectarse con el mundo. Debemos empezar a ser autónomos porque el mundo actual es muy inestable y somos vulnerables.

A.L.: Vivimos en un contexto postmarxista. ¿También vivimos un contexto postanarquista?
J.Z.: Es postanarquista (o necesita serlo) en que se aleja del tradicional izquierdismo, el cual no cuestionaba la civilización, la domesticación, la sociedad de masas, la globalización o el industrialismo. Es hora de cuestionar y acusar a esas instituciones y empezar a trabajar en alternativas. Esto es 2008, no el siglo XIX. Noam Chomsky, por cierto, que se declara anarcosindicalista, está horrorizado por nuestra visión crítica. Él ama el progreso y la industria y miente habitualmente sobre el anarcoprimitivismo.

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