domingo, 23 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON FARAH MENDLESOHN

Conversación sobre literatura fantástica. He encontrado muy provechosas algunas ideas, como la del "síndrome del libro intermedio" o el peso de la religión en el género fantástico. Creo que esta es mi última entrevista.

ENTREVISTA CON FARAH MENDLESOHN

ANDRÉS LOMEÑA: En primer lugar, enhorabuena por su intensa dedicación intelectual a la fantasía. Conocía muchos monográficos sobre ciencia ficción, desde las obras de Darko Suvin hasta las de Fredric Jameson, y también había leído muchos estudios sobre lo fantástico, pero prácticamente nada sobre fantasía, entendiendo este concepto como algo más flexible y abarcador que el de lo fantástico. Breve historia de la fantasía y The Cambridge Companion to Fantasy Literature se han publicado en 2012. ¿Cuál ha sido la acogida de estas obras?
FARAH MENDLESOHN: Breve historia de la fantasía no levantó muchas reacciones críticas, excepto la de decir que me olvidé de X y de Y. Estoy profundamente avergonzada por una o dos de esas omisiones; en una de ellas quisiera agitar a los críticos por el cogote y decirles: ¿Habéis comprobado sus fechas? ¿Cómo íbamos a saber que él sería importante el mismo año que salió el libro? (El mismo olvido afectó a The Cambridge Companion to Fantasy Literature). Pero lo más significativo no son los errores, sino cómo se produjeron.
Para seleccionar lo que era importante, usamos un montón de listas de premios, y aunque intentamos compensar el típico libro importante que fracasa a la hora de conseguir premios, olvidamos que a una de las mayores áreas de la fantasía (la épica) rara vez se la reconoce durante la temporada de premios (aunque eso ha cambiado recientemente con el premio David Gemmell). Que conste que no me gusta mucho la fantasía épica, pero a mi compañero le gusta mucho, así que no hubo una decisión consciente de marginarla. Lo que se desprende del libro y de las críticas es que el campo es tan grande ahora que la manera de ver y acotar el mundo de la fantasía es un problema de perspectiva. Si la mayoría de tu fantasía se compra en tiendas, entonces tus lecturas estarán dominadas por la épica fantástica o la fantasía urbana. Si la compras por recomendación del premio Locus, entonces la nueva y sutilmente provocadora fantasía inglesa (acabo de inventar este término, por cierto) será tu objetivo.
Fue esta última constatación, la de que el mundo de fantasía está ahora hecho de múltiples marcos que se solapan, la que influyó en la estructura de The Cambridge Companion to Fantasy Literature. La intención es que sea un libro para la enseñanza, así que no es particularmente radical, de ahí la decisión de no intentarlo todo, sino más bien tener una sección de diferentes formas de lectura. La sección de formas de seleccionar los textos fue parte del “ningún canon sirve para todo”. Diría que con la excepción de Brian Attebery, la mayoría de los mejores teóricos en el campo se estancó en la idea que podrías definir convencionalmente como fantasía. Pienso que es mucho más interesante el hecho de que el género se transforme a sí mismo, en parte porque la fantasía es un género menos de tropos literarios (aunque importan) que de lenguaje. Los escritores de fantasía realmente buenos dan vueltas a lo fantástico mediante el modo de juntar las palabras. Carezco de su elegancia (nunca he sido una escritora, solamente alguien con cosas que decir) y no puedo precisar qué es lo que hacen, pero espero que Retóricas de la fantasía sea un paso en ese camino.
Esto me lleva a mi libro Retóricas de la fantasía. Lo escribí cuando aún estaba en un departamento de historia. En el momento de su publicación yo enseñaba escritura creativa. Esto ha de significar algo porque aunque el libro ha tenido una acogida diversa entre los académicos (lo cual está justificado, ya que es un experimento mental y todos los experimentos mentales chirrían un poco), también cayó en la comunidad de escritores y ahora parece haber logrado el premio definitivo: la terminología que inventé se usa de manera natural, sin citarme. El siguiente paso es que algún listillo llegue y la revoque, pero aún está en el paso previo.
Como dijo Michael Swanwick en su crítica, lo que Retóricas de la fantasía hizo fue animar a un escritor a mirar en las obras que no funcionaban e identificar por qué... y también a saber cómo arreglarlo. Adam Roberts no se equivoca cuando dice que el libro no es una buena obra de crítica literaria; es una caja de herramientas y necesitas una mentalidad de mecánico para apreciarla. Muchos fans y escritores la tienen, pero los académicos no tanto, pienso yo. Nunca he sido una crítica literaria (algo que quizás no sepas es que mi doctorado y mi primer libro se llama La labor humanitaria de los cuáqueros en la Guerra Civil Española), y cuando trabajo en literatura mi modelo es un teórico llamado Franco Moretti. Gráficos, mapas y árboles (2007) mostró lo que podrías hacer con una columna larguísima de libros si piensas en los patrones que forman.
Hice eso con mi libro sobre Diana Wynne Jones (que escribió alrededor de cincuenta libros) y con mi libro sobre ciencia ficción para niños y adolescentes (analicé alrededor de quinientos libros). Me hago cargo de la crítica de Adam Roberts de que vemos patrones porque estamos diseñados para verlos, pero siento lo mismo con la teoría: si impones una teoría en un texto, implica mutilar todo tipo de partes diferenciadas. Stanley Fish una vez escribió que todas las teorías funcionan, pero para mí lo interesante de las teorías es justo donde no funcionan.

A.L.: No estoy seguro de si la fantasía contemporánea ofrece análisis críticos o sociológicos tan interesantes como la ciencia ficción o la novela negra y policíaca. De un modo un otro, desde Tolkien y C.S. Lewis hasta los autores actuales, la fantasía épica puede leerse desde una perspectiva cristiana. ¿Constituyen esas consideraciones religiosas, morales y éticas el armazón estructural de la fantasía actual?
F.M.: Hay dos preguntas aquí y trataré de salir al paso. La primera es sobre la crítica sociológica. No veo por qué la fantasía no puede servir para eso. El campo relativamente nuevo de los estudios críticos de raza (mira el trabajo de Isiah Lavender) sería un buen lugar para empezar. Incluso en la fantasía épica, cada vez más escritores y críticos están preguntándose cuestiones profundas. Autores como David Drake y Diana Wynne Jones están dispuestos a hacer que la fantasía cumpla ese deseo. Tender Morsels de Margo Lanagan fue una historia mordaz en la que el contexto crítico y social está en todas partes. Hubo una crítica de su relato The Goosle que demostró lo que ocurre cuando los críticos intentan ignorar el análisis sociológico (la historia se consideró demasiado horrible, como si la fantasía tuviera que mostrar sólo la parte agradable, o al menos sólo la violencia considerada aceptable en la ficción. Un tema era que un niño había sido violado; muchas chicas y mujeres fueron violadas en la ficción y hubo pocas objeciones literarias).
Hay una ventaja real en no ser cristiana (soy judía), y es que te permite ver más de cerca el tema de la fantasía cristiana. Verás que, hasta Lewis, la fantasía cristiana quiere decir algo muy diferente. En el proyecto en el que trabajo ahora, una historia de la literatura fantástica para niños, estoy leyendo en orden histórico (una ventaja de ser historiadora). Hasta los años cincuenta, lo que la fantasía cristiana hacía era enseñar a los niños a ser dóciles y apacibles. Había pocas aventuras, y los viajes fueron modelados por El progreso del peregrino de John Bunyan, un texto que creo que está infravalorado teniendo en cuenta cómo esta obra dio forma al género. El aspecto de la docilidad tiene poco éxito en la fantasía moderna, pero la estructura del viaje y la idea de que habrá algo importante al final de la búsqueda se ha convertido en algo fundamental. Aun así, sería cautelosa con que sólo haya un tipo de cristiandad.
Los cristianos que creen en la parusía están mucho más interesados en el viaje que en el destino, lo que los cuáqueros llaman crecer en la virtud. En realidad, puedes ver ese hecho en el “síndrome del libro intermedio”: todos pasean durante un tiempo y el héroe tiene la oportunidad de aprender cosas, aunque, al igual que Jesús, pasa una temporada en la naturaleza que son como los cuarenta años en el desierto de los israelíes. Te juro que con algunas fantasías épicas se percibe como cuarenta años. Estoy esperando a que un autor se de cuenta y escriba en tiempo real (tenemos a Robert Jordan, que empleó 23 años, y George R. R. Martin, que ha tomado 17 hasta el momento). Eso son escalas temporales del Antiguo Testamento.
Pienso que las personas se apresuran a señalar la cristiandad como las bases de la fantasía. Sí, los escritores fantásticos han sido importantes, pero la mayoría de los escritores de finales del XIX eran radicales, marxistas y librepensadores, al igual que muchos de los escritores de principios del siglo XX. En el siglo XX ha habido escritores judíos muy importantes, desde un autor mainstream como Isaac Bashevis Singer a un escritor popular de género como Peter Beagle. Ahora tenemos escritores musulmanes incipientes como Saladin Ahmed y Nnedi Okorafor, o Ashok Banker, un hindú (Nalo Hopkinson es la hija de un musulmán converso) y muchos escritores son simplemente ateos.
La parte más fácil de responder es si los temas que trata la fantasía son los valores morales: toda ficción es una exploración de los valores morales, consciente o inconscientemente. La fantasía es a menudo más consciente de eso que otros géneros, pero eso supone un sesgo. Claro que la literatura está interesada en los valores morales: lo que es aún más interesante es lo que eso significa.

A.L.: En Retóricas de la fantasía, usted ha proporcionado una clasificación de cuatro categorías: la búsqueda del portal, la fantasía inmersiva, la intrusiva y la liminal. Quisiera que valorara su taxonomía, si es posible, en relación con la que establece Nancy H. Traill en Possible worlds of the fantastic. ¿Considera que son compatibles?
F.M.: No he leído este libro (acabo de intentar comprarlo. Maldita sea. Consejo para los aspirantes a críticos: si quieres que las personas te lean, elige editores que puedan publicarlo a un precio asequible, y al infierno con el prestigio de las editoriales universitarias), pero no creo que la compatibilidad sea una forma útil de pensar en esto. Tanto las ideas de Nancy Traill como las mías son filtros. Los filtros permiten que ciertas formas de pensamiento aparezcan con mayor claridad. Para mí es perfectamente apropiado experimentar con múltiples filtros para ver los solapamientos (porque lo que persiste ante nosotros con independencia del filtro resulta verdaderamente interesante) y explorar esos desajustes. No creo que haya una única teoría verdadera ni una única taxonomía verdadera: por eso Retóricas de la fantasía empieza con una advertencia saludable al respecto y termina con un reto.
Me gustan la mayoría de tipos de fantasía, aunque el terror nunca ha funcionado conmigo porque soy demasiado racional: busco el cómo funciona la obra al final de la experiencia lectora, y eso es lo que me orienta hacia la ciencia ficción más que a la fantasía para obtener el placer de la lectura.

A.L.: Hay autores célebres que se hunden en el olvido y otros que alcanzan la fama repentinamente. ¿Tiene alguna explicación o hipótesis para entender el éxito exagerado o las modas de ciertos autores y novelas?
F.M.: No lo he pensado demasiado, pero tengo algunas ideas sueltas sin ninguna evidencia empírica: creo que si quieres ser un escritor mega bestseller necesitas al menos hacer lo siguiente:

A) Producir un nivel de entrada de la ficción en términos de lenguaje y de ideas. Esto no se plantea como un sacrificio. A J. K. Rowling y al primer Terry Pratchett pueden leerlos personas con muy poca idea del género y sin que requiera grandes esfuerzos literarios, aunque Pratchett es muy inteligente y audaz con el uso de la lengua. Un lenguaje simple no tiene que ser un lenguaje pobre.
B) Escribe con coherencia y en el mismo estilo, sea una serie o una obra independiente: los escritores que crean un corpus disperso pueden conseguir un estatus de culto, pero rara vez llegan a ser un superventas.
Sin embargo, Neil Gaiman rompe con esas tendencias. Le pondría a él y a John Scalzi en la categoría: “Ayuda si eres totalmente encantador y tienes una presencia on line brillante”.
Pondría una advertencia: ser un bestseller no garantiza la inmortalidad. Con frecuencia, los libros de culto que pasan de mano a mano y que devoran los gusanos son los que funcionan en la siguiente generación, y los niños llegan a ser bibliotecarios, editores y educadores. Diana Wynne Jones es uno de los mejores ejemplos de esto, olvidada en los ochenta como una autora “menor” cuando es una de las autoras más importantes para niños de la segunda mitad del siglo XX. Cuando murió, la lista de autores que reconocían su influencia en la sección de comentarios de Tor.com ocupaba varias páginas.

A.L.: Para terminar, alguna recomendación o una valoración final.
F.M.: Mi escritora favorita en este momento es probablemente Frances Hardinge. Si tuviera una apuesta sobre quién ocupará el estatus de autor de culto en veinte años, ésa sería mi elección. Su primer libro es una historia picaresca (Fly By Night), el segundo una fantasía urbana (Verdigris Deep), el tercero una fantasía del genocidio (Gullstruck Island) y su obra más reciente es A Face Made of Glass, que no puedo describir sin dejar algo fuera.
Un comentario más general es que el ámbito de la fantasía está cambiando y no me apresuraría a mirar las encuestas de los premios Locus o Hugo que acaban de aparecer. Las encuestas populares están sesgadas demográficamente y esos grupos suelen ser más viejos que el lector real. Sin embargo, es llamativo que en las nominaciones de este año del premio Hugo había jóvenes y mujeres de color, de diferentes ámbitos y con experiencias muy poco convencionales. Tengo poco trato con quienes sugieren que el género está moribundo: pienso que sólo está volviendo a mutar. Algunos lectores se quedarán atrás y otros se adherirán. Eso es lo que debería ocurrir en cualquier otro género.

Andrés Lomeña
23 de diciembre de 2012

viernes, 21 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON SEAN LATHAM

Esta entrevista me parece muy productiva. Es sencilla, pero más inspiradora de lo que hubiera pensado en un principio.

ENTREVISTA CON SEAN LATHAM

Profesor de la universidad de Tulsa (Oklahoma). Autor de Am I a snob y The art of scandal.

A.L.: ¿Es la roman à clef [novela en clave] el equivalente a la prensa rosa actual? ¿Cuál es el papel del cotilleo en la esfera pública?
S.L.: Lo fascinante de la roman à clef es que, a diferencia de las revistas del corazón y los tabloides, estas novelas siempre pueden leerse de dos formas: como una ficción (por aquellos que no tienen las claves interpretativas pertinentes) o como un hecho (por aquellos que tienen o creen tener una clave con la que descifrarlas). Esto hace que esas obras sean extremadamente difíciles de definir o controlar. Así, fueron ampliamente deslegitimadas como objetos estéticos y al final se vincularon con las leyes difamatorias de Gran Bretaña de tal modo que los tribunales dictaminaban que toda novela era un libelo en sí misma.
Después de todo, en los casos de injurias la intención del autor no era suficiente como defensa ya que, antes de que la ley cambiara, una persona podía presentar una demanda por calumnias si probaba que un tercero (aunque fuera de forma incorrecta) pensaba que la novela podía contener un retrato de su persona. Esto es tan simple como reivindicar tal cosa: un personaje ficticio resulta tener mi nombre y un vecino o compañero de trabajo cree que se trata de mí. Incluso ahora, esos avisos legales que encontramos en las películas asegurando que ninguna referencia a personas reales, vivas o muertas, es premeditada, no absuelven por si solos; en lugar de eso, reducen prácticamente a cero la responsabilidad económica del autor y del editor, haciendo una demanda casi inútil.
Y esas advertencias existen, por supuesto, porque muchos de nosotros leemos novelas y otras obras que pretenden ser sólo ficción como roman á clefs (como retratos secretos de personas reales). ¿Quién no se pregunta si unos personajes particularmente ruines de una novela, por ejemplo, no están basados en una persona real que el autor conoce? Y aquellos que conocen al autor personalmente a veces reconocen algún aspecto de ellos mismos en un personaje. Resulta que estoy casado con una escritora, y puedo decir que es una experiencia real y extraña que cualquier novela que escribe se aleja del sueño de la ficción “pura” y se dirige hacia un espacio gris e incierto propio de la roman à clef.
En cuanto a la función de los chismes en la esfera pública, eso está más allá de mi capacidad para responderte. Puedo decir, sin embargo, que esta forma particular de leer libros no es nueva y apunta a la contradicción profunda que es inherente a cualquier concepto de ficción entendida como tal. Es decir, la ficción no existe en una esfera autónoma sino que está siempre ligada a la esfera pública y a las instituciones legales que constantemente negocian las fronteras entre hecho y ficción. Mi obra busca dirigir nuestra atención hacia esos circuitos de recepción e interpretación. La roman à clef enfatiza las raíces de este cambio crítico precisamente porque no es una obra autónoma: existe sólo cuando los lectores, correcta o incorrectamente, reconocen retratos de personas reales en obras que reivindican ser puramente ficcionales.

A.L.: ¿Entonces pretende mostrarnos la “circulación de la energía social” en las novelas modernistas?
S.L.: No estoy necesariamente intentando mostrar la circulación de la energía en novelas modernistas, sino más bien cambiar nuestra atención sobre la supremacía del artefacto estético (o de su creador) por la del movimiento a través de una variedad de redes e instituciones sociales. Lawrence Rainey dice en Las instituciones del modernismo que quiere leer un libro como el Ulises de Joyce sin necesidad de leer sus palabras, siguiendo sus movimientos a través de las instituciones que lo transformaron en un icono del arte moderno. Estoy interesado en este procedimiento y por eso la primera parte de mi libro se centra en la ley de difamación como una institución crucial, aunque ignorada, que dio forma al horizonte de la imaginación estética.
Las instituciones legales buscaron reforzar las fronteras estrictas entre realidad y ficción solamente cuando los escritores de principios del XX rozaron los límites de la obscenidad y crearon grandes obras de arte empujando esas fronteras. Irónicamente, los académicos ignoraron en buena medida este ataque e incluso buscaron formas de evitarlo gracias a conceptos teóricos como la falacia intencional. En pocas palabras, también estoy interesado en destruir la idea de que el arte ocupa alguna esfera autónoma de la creación o la contemplación. Y estoy interesado en lo que las personas hacen con el arte y cómo las obras de arte promueven o activan algo más que la mera contemplación o la valoración estética. La roman à clef es útil en este sentido porque sólo existe cuando los lectores hacen algo de forma activa.

A.L.: ¿Qué opina de la teoría de los mundos posibles en relación con sus ideas? En comparación con lo que acaba de decir, parece una maniobra de distracción para su propósito en el ámbito de la literatura, ya que los mundos ficcionales de Dolezel o Marie-Laure Ryan pretenden escapar de alguna forma de la realidad.
S.L.: Tengo cierto interés en la teoría de los mundos posibles y he hecho uso de la obra de Ryan en algunos de mis escritos sobre el modernismo como un tipo de juego textual. Hasta ahora, sin embargo, no había pensado cómo este modo de pensamiento puede adecuarse con la roman à clef. No estoy seguro de poder alinear esos conceptos en unas pocas líneas. Dicho esto, pienso que esa perspectiva tiene un potencial real para pensar en la ficción como un modo de experimentación filosófica y ética. De nuevo, la roman à clef es problemática porque socava la autonomía de la ficción y desestabiliza la habilidad de cualquier texto para construir otro mundo posible. Si se lee en clave, la roman à clef se convierte no en un mundo posible, sino en el real.
Ryan ha escrito sobre lo que ella denomina el “principio de desviación mínima” (o el principio de coherencia) en la ficción realista. Con esto quiere decir que al imaginar un mundo ficcional, nosotros lo poblamos con detalles lógicamente consistentes con ese mundo. Así, podemos imaginar coches en una calle concurrida para Paul Auster, pero eso estaría totalmente fuera de lugar en una calle presuntamente atestada para Dickens. En el caso de la roman à clef, el principio de desviación mínima quizás tiene otro tipo de función. Si tú reconoces la descripción de una persona real en una pretendida obra de ficción, un lector puede entonces empezar a creer que todos los personajes en la ficción pueden ser convertidos en personas reales (incluso aquellos que son genuinamente ficcionales). En El arte del escándalo, llamo a esto “el poder infeccioso del género”, pues tiene la habilidad no sólo de hacernos pensar que todos los personajes podrían encontrarse en el mundo real, sino que incluso las obras de arte genuinamente ficcionales también contienen retratos de personas reales.

A.L.: ¿Puede usarse este género para ocultar y transformar geografías reales en lugares imaginarios?
S.L.: Claro. La roman à clef puede darse en cualquier tipo de obra de ficción. Es más, puede ser incorrecto pensar en ella como un género, pues hay “dramas en clave”, “películas en clave” o “poemas en clave”. Es, más bien, un principio disruptivo que trata de amarrar cualquier intento de ficción a la no ficción. En este sentido, también sería posible decir que el término se aplica a los espacios (por ejemplo: Macondo) y no sólo a las personas. En general, no obstante, no creo que esto sea muy útil, en parte porque no hay leyes de difamación que regulen el uso de los espacios. De esta manera, Dickens podía escribir sobre Londres sin ninguna dificultad real, aunque se encontraría con serias dificultades legales si convirtiera a Thackeray o Disraeli en personajes de sus novelas.

A.L.: Desconocía por completo su campo de estudios, que mezcla hábilmente literatura y derecho. No sé si desea recomendarnos alguna lectura y si quiere contarnos en qué trabaja en la actualidad.
S.L.: Para los teóricos de la literatura, el cambio de atención hacia la manera en que el derecho negocia el horizonte de la ficción ha generado algunas grandes obras. En los estudios modernistas, ha habido buenos trabajos sobre copyright y sobre la idea de creatividad. Recomendaría, por ejemplo, la obra de Robert Spoo (un profesor de derecho con un doctorado en lengua), así como The Copywrights de Paul Saint Amor. También Pink Pirates de Caren Irr y la reciente colección de ensayos titulada Modernism and Copyright.
Ahora mi investigación toma una nueva dirección, la de los juegos. Hay nuevos textos sobre videojuegos y algunos tipos de literatura electrónica que ofrecen algunos modelos provocativos para pensar sobre la circulación y recepción de los textos interactivos. Un videojuego de una consola moderna, al igual que una roman à clef, no es algo estrictamente autónomo y cambia de forma en función de las acciones del jugador. Estoy interesado en lo que implica pensar en obras modernistas particularmente complejas (como Finnegans Wake) como un tipo de juego en el que los autores crean restricciones y permisos para jugar con algo más que simples palabras autónomas.

A.L.: Muchas gracias por allanarnos el camino hacia el buen entendimiento de la relación entre realidad y ficción.
S.L.: Agradezco la oportunidad de participar en este pequeño intercambio. No había pensado en la conexión entre la teoría de los mundos posibles y la roman à clef, pero en realidad me parece productiva e incluso puede ser un puente entre El arte del escándalo y mi obra actual sobre los juegos modernistas. Así que en ese sentido, estoy muy agradecido por el estímulo creativo de tus preguntas.

Andrés Lomeña
21 de diciembre de 2012

miércoles, 19 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON CLIVE BLOOM: "BESTSELLERS".

Si te interesa el fenómeno bestseller, lo que tienes que hacer es comprar el libro de David Viñas, "EL ENIGMA BEST-SELLER". Si te vale con una sola pieza de este rompecabezas complejísimo que es la historia literaria, echa un vistazo a esta breve entrevista que acabo de realizar (lo ideal es leer su libro, claro).

ENTREVISTA CON CLIVE BLOOM

Profesor de la universidad Middlesex.
Autor de Bestsellers: literatura popular desde 1900.
http://www.clivebloom.com/


ANDRÉS LOMEÑA: Agradecemos su esfuerzo por mostrar el nacimiento y la historia de los bestsellers. ¿Cuáles han sido sus objetivos y preocupaciones en el ámbito de la literatura?
CLIVE BLOOM: He intentado mostrar que la “ficción popular” y la “literatura” no son divisibles excepto por una noción subjetiva de “calidad literaria”, una idea muy difusa que se suele considerar (aunque nunca se explique) como real y objetiva en las asignaturas de la universidad. Las críticas en función de las ventas o del género son a menudo muy similares, mientras que juzgar según la calidad puede variar bastante. Fui uno de los primeros académicos en este campo en los años ochenta.

A.L.: Leí del crítico literario David Viñas que el nacimiento de la primera lista de los libros más vendidos vino de la mano de Harry Thurston Peck en 1895. Por otro lado, debemos a Wyatt Tilby la distinción entre bestseller y steadyseller. Me da la impresión de que aún sabemos muy poco de literatura y sólo conocemos lo que se ha escrito sobre las obras canónicas. ¿Por qué llegamos tan tarde a la literatura popular?
C.B.: Hemos llegado tarde a la literatura popular en Inglaterra por las bases educativas de Oxbridge [sobrenombre que se refiere a las universidades de Oxford y Cambridge]. En primer lugar, el simple esnobismo sobre el gusto de la clase trabajadora retrasó el interés. Se repensó esto durante el ascenso de las clases medias en la universidad en los años cincuenta. F. R. Leavis intentó crear un tipo de autoridad socrática para las Humanidades donde la literatura inglesa era central. Se hizo para validar la democracia de la Guerra Fría contra el marxismo soviético y la cultura pop estadounidense.
Esto cambió a principios de los sesenta, aunque no fue hasta los ochenta y la deconstrucción cuando se vio la falsedad de tales perspectivas. No obstante, el interés en la cultura de masas como Factor X aún se mira por encima del hombro como si fuera algo efímero. Para entender el género, las especies literarias, los métodos de lectura, las relaciones de género con los libros y las continuidades históricas o los cambios estéticos, no puedes leer los libros como artefactos aislados.

A.L.: ¿Cómo se pueden comparar dos bestsellers de distintos momentos históricos? Por ejemplo, ¿cómo comparar la influencia de Edgar Rice Burroughs con la de R. R. Martin?
C.B.: Primero tienes que comparar el tipo de obra; ¿es lo mismo, es algo repetido o ha cambiado? Luego tienes que mirar el desarrollo histórico de un género y su aceptación social. Entonces puedes juzgar si el uso de los recursos literarios son exitosos o no, si esos tropos son meras repeticiones o suponen desarrollos reales.

A.L.: ¿Qué aconseja a los académicos y a los estudiantes de literatura?
C.B.: Necesitamos algunos análisis de los bestellsers en el mercado de masas, como uno sobre Cincuenta sombras de Grey en el público femenino y algún análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mundo de la edición (ventas, nuevos mercados, etcétera). Eso no ha ocurrido aún. Como me he distanciado bastante de los estudios académicos, al encontrarlos poco interesantes y estériles, no tengo ninguna sugerencia en este momento.

A.L.: ¿Habrá una tercera edición de Bestsellers?
C.B.: Estoy en conversaciones. ¿Has echado un vistazo a mi libro Cult Fiction?

A.L.: Agradezco su tiempo y sus palabras.
C.B.: Gracias a ti. Mi nuevo libro, Victoria´s Madmen: Revolution and Alienation, saldrá en mayo de 2013.

Andrés Lomeña
19 de diciembre de 2012

domingo, 16 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON ROBERT SCHOLES

Recuperando unas brevísimas palabras que tuve con él a finales de 2010.

ENTREVISTA CON ROBERT SCHOLES

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Cuál es su obra más importante, Structuralism in literature o The nature of narrative?
ROBERT SCHOLES: The Nature of Narrative es la que más se ha traducido. La traducción china va a salir ahora, por ejemplo.

AL: Conceptualmente, usted habla del realismo y el naturalismo como formas de la novela en el XIX. ¿Qué viene después?
RS: Más allá del realismo y el naturalismo tenemos el simbolismo, y finalmente el realismo simbólico, una combinación de naturalismo y simbolismo, como en la obra de Joyce.

AL: La historia de la narración depende de las teorías de la historia literaria. ¿Cuál es la suya?
RS: Mi visión se apoya en Auerbach, Northrop Frye y los historiadores del arte Henri Focillon y Gombrich.

AL: ¿Cuáles son sus otras influencias?
RS: Empecé con Frye y Auerbach. Después con Ian Watt and Henri Focillon.

AL: Usted hizo una importante aportación a la ciencia ficción, ¿no es así? En la línea de los trabajos de Darko Suvin.
RS: Conocí a Darko hace años, pero mis libros Structural Fabulation y Science Fiction: History, Science, Vision fueron escritos antes de que le conociera.

AL: ¿Cuál es su opinión sobre la literatura reciente?
RS: Últimamente he gastado mi tiempo en una revista sobre el modernismo y no he seguido la narrativa contemporánea de manera rigurosa.

martes, 11 de diciembre de 2012

ENTREVISTA A JONATHAN HART

Entrevista extensísima. La traducción deja mucho que desear. Mea culpa.

ENTREVISTA CON JONATHAN HART

ANDRÉS LOMEÑA: La teoría de los mundos posibles en la teoría literaria nació en los ochenta. Según el Living handbook of narratology, los pioneros fueron Thomas Pavel, Lubomir Dolezel y Umberto Eco. Tengo que admitir que acabo de descubrir On literary worlds (2012) de Eric Hayot y su libro Fictional and Historical worlds (2012). Después de más de veinte años, parece que no tenemos aún una teoría de la ficcionalidad unificada. La narratología ha madurado, pero no tenemos una “ficcionología”. En su opinión, ¿por qué los mundos posibles y los mundos ficcionales son algo marginal y periférico en la teoría literaria? Es contraintuitivo: hablamos, como lectores y como críticos, del universo de Alice Munro o del mundo de Douglas Coupland, por citar a dos novelistas canadienses.
JONATHAN HART: Las teorías completas que alcanzan unidad, unificación y universalidad son terriblemente difíciles de conseguir. La mímesis (la representación o imitación) es importante para la relación entre las palabras y el mundo; la poesía, la filosofía y la historia van por una parte y la realidad por otra si se es menos optimista sobre el conocimiento de la realidad. Los antiguos griegos no podían aceptar la mímesis, la cual parece ser creativa y activa y no un simple reflejo pasivo del mundo. Algunas veces Aristófanes y el aspecto cómico de la mímesis podían perderse en medio de discusiones sobre posibilidad, probabilidad, ficción y mundo.
Aristófanes es un buen lugar para empezar más que de la manera habitual, que suele ser Platón. En mi libro más reciente, Imitación textual, trato algunas de estas cuestiones, pero puedo intentar resumirlo aquí. En Las ranas, Aristófanes considera la tragedia dentro de la comedia. En la obra, que implica un descenso al inframundo, Pluto pide a Dionisos, disfrazado como Heracles, ser el juez de un concurso para ser el rey en el arte de la tragedia, un género que más tarde llega a ser el corazón de la poética aristotélica, a menudo en detrimento de la comedia. La crítica literaria anida en el corazón de esta comedia. En este juicio o certamen, Esquilo ve al poeta como transformador del mundo, creando nobles guerreros y beneficiando a la sociedad. Dionisos ha venido a por los poetas trágicos en el inframundo para pedir consejo y que así Atenas pueda sobrevivir y continuar sus fiestas. La poesía, entonces, es un bien social necesario para la supervivencia y prosperidad de la polis. La relación entre el arte y el mundo es crucial: habla de la belleza y el estilo, pero también de las consecuencias morales. Parece que, antes de Platón, los usos de la mímesis eran tan diversos que no hubo ningún desarrollo único ni lineal.
En la Apología y en el Ión, Platón cuestiona la autoridad y la sabiduría de los poetas. Platón mismo representó diferentes visiones de la mímesis en el movimiento dramático que fue el diálogo de La República. En el libro 8, los poetas trágicos son puestos en entredicho por elogiar la tiranía. Platón intentó desplazar a Homero como el centro de la educación griega, intentando reemplazar la poesía por la filosofía, con su énfasis en la razón y la justicia, porque la filosofía permitiría al individuo tener un alma apaciguada que le haría ser un buen ciudadano de la república. En el libro 10, la belleza en la poesía pasa a ser algo que no contiene lo bueno y lo verdadero. Lo único valioso de la poesía para la república es que celebra lo divino y elogia lo virtuoso. Aristóteles no define la mímesis extensamente y reduce el campo filosófico de Platón a las artes miméticas de la danza, la música y la poesía. Heródoto ha usado la mímesis en un sentido práctico y Longino introdujo lo sublime persuadiendo o transformando a los oyentes de la poesía, así que hay una dimensión estética y otra ética en las palabras.
No quiero fustigarte demasiado con los antiguos, pero estamos en una situación similar en la que ciertas visiones de la poesía, la narrativa, la ficción, la filosofía y la historia viven en competición (agonística) y no hay un camino universal o teoría del todo. Doreen Maitre, Martínez-Bonati, Eco, Dolezel, Pavel, Jerome Bruner y otros han hecho importantes contribuciones a los estudios de lo posible, que Leibniz empezó rigurosamente y los filósofos lo han seguido desde entonces. El cambio ha sido de los mundos posibles a los mundos ficcionales. Bruner, por ejemplo, tiene el punto de vista de alguien que está interesado en la psicología, la teoría y la educación. Él vuelve a la vieja pregunta filosófica de la inducción y la deducción, diciendo que hay dos caminos para discutir la narrativa o la historia. Diría que la narrativa puede estudiarse de distintas formas, por ejemplo, mediante la retórica, la estructura y a la luz de los que vinieron después del estructuralismo. También sugeriría que como las historias se cuentan, leen y teorizan de diferentes maneras, no es sorprendente que la naturaleza de teorizar la narrativa en la historia, la filosofía y la poesía (la literatura, como la llamamos hoy) impliquen también diferencias y no un único camino. La literatura y la explicación tendrán que ver con las palabras y el mundo, la ficción y la verdad, la imaginación y la realidad. Somos activos en la mímesis y somos parte del proceso que es creativo y reflexivo.
Como pluralista, ironista y escéptico (si es que tienen que existir etiquetas o indicadores), veo mis propias limitaciones en preguntas sobre narrativa y ficción hasta el punto de decir que la narratología, la ficcionología o la poética nunca podrán estar completas. Las personas pueden, y quizás debieran, buscar teorías unificadas, pero a menudo encontramos diferentes herramientas con las que trabajar mejor en diferentes contextos. Por ejemplo, más que una competición, hay una coexistencia de distintos métodos para distintos problemas. La física de Newton parece adecuada para lo sublunar, pero necesitaba funcionar más allá de la luna. Somos como “asíntotas” e intentamos acercarnos al entendimiento, sin alcanzarlo. No obstante, es importante intentar comprender mejor la ficción y la narrativa.
No estoy seguro de por qué la línea que va de Leibniz a Pavel y más allá no se conoce mejor. Ciertamente, encuentro el trabajo muy atractivo. Pensaba que el movimiento de los mundos posibles hacia los mundos ficcionales habría captado más atención. De todos modos, la razón para discutir este tema estriba en su importancia y no en su capacidad de persuasión. Los filósofos tienden a pensar más sobre posibilidad que sobre ficcionalidad. Lo que me interesa es la textura de la ficción, incluso cuando ésta se traslada a la cultura o el contexto. Reducir la literatura a las proposiciones filosóficas o al contenido histórico puede ser valioso, pero no contempla todos los contornos de la literatura. Es vital tener a teóricos de la literatura en este campo de los mundos ficionales e históricos y no ceder el campo por completo a filósofos e historiadores.
Hablamos de los mundos de un autor una vez que entramos en el tiempo que poseemos cuando éramos niños pequeños. Éste es un mundo de relaciones y analogías, de ser y estar fuera de sí a la vez. Me parece que esos mundos son dentro y fuera (así que los mundos de Alice Munro y Douglas Coupland se relacionan con Canadá, pero también forma otro mundo posible de imaginación que está, en otro sentido, separado del país). Los textos son espejos creativos del mundo, espejos que reflejan y cambian la imagen, como, en cierta forma, los espejos convexos que usaba Vasari para pintar su autorretrato. Así, el espejo de la naturaleza de Hamlet no puede ser nuestro espejo más que en un sentido restringido; él habla cuando los espejos eran diferentes y Shakespeare le da las palabras, y el actor las expira sobre los oídos de la audiencia, incluso después de que Shakespeare se haya ido, y ese drama del significado es como aquel al que Shakespeare se refería en sus sonetos 18 y 55.

A.L.: Lubomir Dolezel ha publicado Possible worlds of fiction and history en 2010. Sus libros tienen títulos muy parecidos. ¿Tienen argumentos parecidos? ¿Ambos están contra Hayden White y su “texto histórico como artefacto literario”? ¿Por qué es tan importante determinar los límites entre la historia y la ficción?
J.H.: En este libro, Dolezel completa una labor significativa desde hace décadas. Pienso que tiene sentido para Dolezel desafiar la metahistoria de Hayden White y el giro lingüístico y postmoderno en las discusiones sobre la metaficción y las relaciones entre ficción e historia precisamente porque White y la postmodernidad han sido tan exitosas que se han convertido en la ortodoxia. Al igual que White retó a la ortodoxia existente, Dolezel puede desafiar a White como parte del nuevo orden establecido. Lo digo como admirador de White, del que hablaré más adelante, pero también como alguien que valora la obra de Dolezel. Él y Pavel, por ejemplo, no siempre están de acuerdo, pero ambos son fundamentales para el debate de los mundos ficcionales. Admiro a los dos y he aprendido de ellos, y en cambio he llegado hasta aquí desde un punto de vista diferente. Puede que esté más cerca de Pavel, a quien tuve el placer de conocer y escuchar en unas charlas a finales de los ochenta, porque él es también novelista. Sin embargo, creo que hizo su tesis doctoral en París a finales de los sesenta y principio de los setenta en medio de la semiótica textual, así que el estructuralismo le influyó más que a mí. Pavel, al igual que Ross Chambers, desarrolló una visión flexible de estructura y del estructuralismo y más tarde, después de Fictional worlds, Pavel recalcó la diversidad de los periodos culturales. Yo me parezco más a los bordes más difusos del estructuralismo y los movimientos que generó (como Room for Maneuver de Chambers), aquellos que tenían en cuenta la textura y la individualidad de un texto literario incluso si hay una red más amplia de convenciones genéricas.
Como poeta y como historiador cultural e intelectual, y como crítico literario o teórico, he aprendido de mucha gente y no hay espacio para recordarlos aquí. Hasta donde soy capaz, intento reconocer mis deudas en los agradecimientos y notas al pie, por lo que no podría haber escrito lo que he publicado sin Leibniz, Dolezel, Pavel y otros. Me complace tu observación sobre el libro de Eric Hayot, a pesar de no haberlo leído aún, pues intenta continuar un debate vital. De lo que he comprendido de la obra de Hayot es que está intentando abrir nuevos caminos para ver la relación entre mundos literarios e históricos y que está interesado saber cómo la historia literaria se institucionaliza. Siempre pienso que todos nosotros, incluso si intentamos hacerlo de otro modo, no podemos más que ayudar a traer problemas y más textos.
Admiro mucho la obra de los semióticos y los estructuralistas, para los que tenía sentido intentar ser científicos en la era de la ciencia (al menos como una de las elecciones abiertas a los humanistas o académicos de humanidades). No estoy realmente entrenado en eso. Soy un poeta y un historiador de la cultura que se formó en la lectura atenta y la retórica.
Uno de mis profesores fue Northrop Frye, que estaba interesado en el género y la estructura pero no era un estructuralista en el sentido de los teóricos de la Europa central y la Europa del Este. Mi obra es a veces diferente de la de Frye porque he analizado textos individuales en relación con el lenguaje, la textura de las palabras. Salvo algunos otros poetas que trabajaron en aquella época en Anatomía de la crítica de 1957, no me siento amenazado por la devoción de Frye de hacer una lectura de la poesía como un Poema con P mayúscula. Su obra fue necesaria y de gran ayuda. Frente a la acusación de su ahistoricismo, fue una obra tanto teórica como de historia literaria. Quizás porque empecé como poeta y como estudiante de historia, que estudió tanta historia como literatura, y como he escrito historia, crítica literaria y libros de poesía, veo que Frye es tan necesario como I. A. Richards, William Empson, T. S. Eliot, W. K. Wimsatt o Helen Vendler, que han sido vitales en su atención a los textos literarios, especialmente para la lectura atenta de los poemas.
Hayden White, a quien admiro, debe algo a Frye y otros, como nos pasa a todos, pero hizo una gran contribución e influyó mi trabajo sobre la historia y Shakespeare en los setenta y principios de los ochenta, especialmente gracias a su Metahistoria de 1973. Creo que lo que White escribió en los setenta necesitaba ser dicho como un correctivo al ignorarse cómo los textos históricos son construidos como artefactos verbales. Después de todo, algunas de nuestras disciplinas se desarrollaron en las universidades alemanas o por personas que escribían en el siglo XVIII, como Voltaire o Hume, que podían considerarse escritores. Voltaire escribió historia, literatura y filosofía. Derrida también nos hizo un favor al señalar nuestro uso de la retórica y el lenguaje como un límite y una herramienta de la filosofía. En otras palabras, White y Derrida ayudaron a mostrar las ficciones de la historia y la filosofía. No deberíamos sorprendernos. La ley es vital para una sociedad libre, pero hay ficciones legales, y Platón ya señaló hace mucho que hay un vacío entre la justicia y la ley. Esto no significa que necesitemos renegar de la historia o de la filosofía porque compartan ficciones con la poesía o la literatura. Todo lenguaje tiene sus esquemas retóricos y sus tropos.
Veo que tanto White como Dolezel proponen ideas diferentes, pero no por ello dejan de ser sugerentes. Como sabes, en Fictional and historical worlds, señalo que Dolezel ha hecho una contribución fundamental al desarrollar una tipología de los mundos ficcionales, y pienso que Dolezel hace bien al señalar el camino de vuelta hacia la mímesis. Una de mis estudiantes doctorales usó con cierto éxito a Dolezel para su interpretación de Hamlet.
Recuerdo que di una charla en Dinamarca sobre los textos y el mundo a mediados de los noventa y allí estaban convencidos de que los indicadores ficcionales habían resuelto muchas cuestiones sobre la relación entre las palabras y el mundo. Puede que hayan visto algo que yo no veía (lo que es posible en vista de lo ciego que puedo llegar a estar). Como aún admiro la obra de White, pensaba que estaban haciendo lo que con frecuencia ocurre con los maestros, a los que se lleva a los extremos, como por ejemplo, tomando al pie de la letra a Jacques Derrida, como si todo lo que hay en el mundo fuera verbal, que la realidad está hecha de palabras y que no hay nada fuera del texto. Quizás regresamos a algún tipo de Edad Media reconfigurada según la cual el mundo era un texto. Dije a mis anfitriones en Dinamarca que, dada la falsificación de los diarios de Hitler y otros textos, es difícil saber si algo es un texto ficcional o de no ficción sin ciencia, fechas y contexto, y que su estatus en relación al mundo depende de esos problemas. Para volver a la cordura hice un poco como Samuel Johnson, cuando dije en el turno de preguntas en Dinamarca: “Un cuchillo en el cuello no es lo mismo que un texto sobre un cuchillo en el cuello”. Quizás sólo a través del texto alguien aprenderá que estoy sangrando, pero eso no es lo mismo que la sangre en mi mano.
Aunque Jesús de Nazaret, Juana de Arco y Martin Luther King estén muertos, ellos estuvieron vivos. Aunque no haya rastro de sus cuerpos en algunos de los fallecidos, ellos vivieron. Para la mayoría de los humanos, especialmente para los pobres y los iletrados, no ha habido rastro de su existencia, lo cual puede ser una de las grandes tragedias de la historia, pero podemos (a través de varias formas de evidencia, incluyendo los textos) intentar entenderlos incluso si hemos perdido sus individualidades, lo que es otra tragedia para nosotros en la era de los derechos individuales. Para el Holocausto, por ejemplo, necesitamos recordar, especialmente después de que las últimas víctimas mueran. De algún modo, puede haber sólo rastros, incluyendo fragmentos de textos. Esto puede ser cierto en todos los genocidios. El dolor y el sufrimiento necesitan recuerdos y representaciones (conmemoraciones, si se quiere), pero esto es un tema delicado cuando las representaciones pueden malinterpretarse tan fácilmente (un poco como el hecho de “confundirse” está ligado al reconocimiento). La poesía, como la historia y la filosofía, escribe sobre el mundo, y los imperativos éticos y estéticos están mezclados. Somos otros para nosotros mismos, y nuestros propios yoes y sus historias pueden ser extraños para nosotros mismos. La infancia es una parte de nosotros, pero desde una gran distancia. Así, comparto cosas con Dolezel y White (los textos tienen formas y textualidad, pero también están relacionados con un mundo en el que las personas actúan con consecuencias morales). Platón fue tanto un poeta como un filósofo y él conocía la seducción de la poesía tan bien como la persuasión retórica de los sofistas. Ni Aristóteles ni Philip Sidney dieron a la historia el trato merecido. Estamos ansiosos por comprender: necesitamos todas las herramientas, lenguajes y culturas a nuestra disposición para hacerlo en las ciencias sociales, las humanidades y las artes.

A.L.: La tipología semántica de la ficción de Marie-Laure Ryan podría explicar un amplio abanico de historias: la ficción histórica, la ficción verdadera, la autoficción, etcétera. Con sus categorías es fácil entender novelas como El cementerio de Praga de Umberto Eco. Eric Hayot ha intentado algo parecido con sus conceptos de amplitud o dinamismo. ¿Ha intentado desarrollar alguna tipología?
J.H.: Las tipologías que describes de Ryan y Hayot son caminos de los mundos ficcionales que ayudan a los lectores, los estudiantes y los teóricos para entenderlos mejor. Kendall Walton, Marie-Laure Ryan y Thomas Pavel ven a los lectores como aquellos que personifican el cruce de fronteras entre lo factual y lo ficcional y así, reduciendo distancias, toman conciencia de esos bordes. Que alguno de nosotros pueda llegar con una tipología definitiva es dudoso, pero todas, al igual que los ensayos, nos hacen movernos hacia adelante.
Mencionas a Umberto Eco, y me gustaría hablar un poco de su contribución como escritor, que es como Eco nos ayuda a entender la relación entre historia y ficción, texto y mundo y su ficción y no ficción. La novela El cementerio de Praga, publicada en 2010 y traducida al inglés en 2011, juega con los límites dentro de la ficción y entre la ficción y el mundo. Eco mezcla personajes de la historia con un protagonista ficcional, Simonini, cuyo diario de 1897 es la base de la novela. Éste es el tipo de cosas que hace Shakespeare en sus obras, por ejemplo, creando en Enrique IV el mundo ficcional de la Taberna de la Cabeza del Cerdo dentro del mundo histórico del drama, el cual, por supuesto, es su propio mundo ficcional (una especie de oxímoron de “historia ficcional” o “ficción histórica”). Eco también utiliza la intertextualidad con el Joseph Balsamo de Alejandro Dumas y su intertextualidad interna en la falsificación de Los protocolos de los sabios de Sión, primero publicado en Rusia en 1903, supuesta reunión de líderes judíos planeando la dominación mundial y muy importante para el antisemitismo de Hitler y la solución final. En 1921, The London Times expuso Los protocolos como falsificación. Al igual que en El nombre de la rosa, Eco combina teoría y práctica, lo ficcional y lo histórico para explorar el misterio de la vida y la vida del misterio, de una forma exploratoria, nebulosa y artística, y no como un dogma. Lo dejo aquí, pero la brillantez de Eco como escéptico, como escritor y como teórico de la semiótica contribuyen a nuestro entendimiento de los mundos posibles y ficcionales y también a entender el papel de la historia en la ficción y el de la ficción en la historia.
Eco, el escritor, nos ayuda a descubrir al Eco teórico y viceversa. Eso es parte de mi tipología de la teoría y la práctica. La literatura hace que leamos el mundo y el mundo hace que leamos literatura. Eco logra diferentes audiencias con cada tipo de texto que hace. Necesitamos todas las herramientas que podamos encontrar. La división entre ficción e historia es parcial: necesita hacerse, pero cada una hace que la otra sea más completa, al menos en circunstancias ideales. Como escritor, teórico e historiador, pienso que una tipología de la teoría y la práctica nos ayudan a comparar varios mundos reales y literarios.
Por ejemplo, como historiador, me doy cuenta de que la historia de la historiografía tiene continuidades y discontinuidades. La escritura de la historia es una historia del pasado, pero también una historia sobre acontecimientos, así que la historia no son los acontecimientos en sí mismos sino su representación, que nos devuelve a la relación entre las palabras y el mundo. La historia trata también sobre la investigación tanto como sobre historia y retórica. Parte de esa investigación es como un estudio sobre la verdad y la justicia en el derecho. Importa qué ocurrió aunque es difícil, por no decir imposible, descubrir o reconocer. Si investigamos a un criminal de guerra, es vital descubrir qué pasó. Las vidas de los muertos son preciosas y aquellas que tienen menos voz son quizás las más preciosas de todas, y es nuestra obligación y deber volvernos como ventrílocuos porque esas historias necesitan ser contadas y que estén basadas en experiencias reales. Esta tarea es improbable y difícil, pero necesita intentarse a pesar del vacío entre las palabras y el mundo. Necesitamos intentar resolver el género del texto (derecho, literatura, historia u otros campos) porque cada uno tiene sus convenciones y sus expectativas y el tipo de documentos que nos cuenta la traducción del mundo a las palabras, el tipo de representación que queremos. Nos queda el problema de saber que la palabra no es el mundo, pero es una de las formas con las que estamos intentamos aprehenderlo. La arqueología y las matemáticas son otras formas de hacerlo.
Como poeta, la tipología puede ser diferente cuando el reino de la imaginación y la connotación arrojan significados, si uno es afortunado y persistente, al menos en poetas como Esquilo y Shakespeare. La ficción del texto, como Shakespeare escribe en los sonetos 18 y 55, es el aliento y la mirada dramatizadas en el lector, lo que hace inmortal al joven poeta. El texto sobrevive como monumento físico de la época , al menos para vanidad del autor. Para tales poetas, al menos los de la magnitud de Shakespeare, no es un motivo de gloria sin más. Uno puede ver por qué Aristóteles o Philip Sidney pusieron los universales de la filosofía y la poesía por encima de la historia, no importa cuán brillante fuera. Pero también se puede decir que Heródoto y Tucídices han permanecido como grandes monumentos a su época, así que escribir (ya sea filosofía, historia o poesía) es lo que hace que perduren los acontecimientos y las vidas de las personas. La seducción de las palabras puede levantar y mover el mundo que representan.
Pero las palabras no son el mundo. Por tanto mi tipología es teórico-práctica e insiste en que aunque toda escritura está llena de palabras, hay diferencias, como Aristóteles señala en su Retórica, entre los diferentes tipos de escritura. Heródoto, Platón y Eurípides pueden contarnos algo distinto, y los necesitamos a todos para llenarnos de verdades profundas y sabiduría. Leemos la verdad ficcional e histórica, y a pesar de que se solapan, esta tipología nos permite distinguir una de otra, y paradójicamente, dar forma a su compañera de viajes.

A.L.: ¿Por qué la anagnórisis es central en la literatura y la historia? ¿Podría darnos ejemplo de lo que ha llamado “el efecto Osiris” y “el efecto Lázaro”?
J.H.: La anagnórisis o reconocimiento es importante en la literatura, como señaló Aristóteles en su reflexión sobre la tragedia. Ese reconocimiento se produce en el personaje y en la audiencia, lo que quiere decir que el protagonista puede aprender sobre su situación aunque la audiencia ya sabe eso, lo que es una ironía dramática. Esto produce un movimiento que va de la ceguera a la visión, o de la ignorancia hacia el conocimiento. La audiencia contempla ese vacío entre su conocimiento y el del protagonista, y quizás, por analogía, ellos se den cuenta de que sus propias vidas les son desconocidas hasta que se desenvuelven como parte de un plan divino o, para quienes no piensan así, de acuerdo con la naturaleza y quizás la sociedad. La peripecia y la anagnórisis son como un rostro que el autor y la audiencia comparten (un momento de autoconocimiento o conocimiento que se da durante la acción), a veces a través de la ironía dramática y del despertar del personaje.
La cuestión de la ignorancia y el conocimiento, claves para la vida del individuo y la sociedad, es vital en la literatura. ¿Qué aprendemos de la literatura? ¿Qué reconocemos en ella? Platón diría: “No demasiado”. Los poetas, para él, arrebatan el buen juicio y crean un desorden en el alma y en el gobierno y atentan contra la verdad y la justicia del individuo y de la república. Aristóteles fue más empírico y vio la importancia del reconocimiento en la tragedia, un arte elevado que merece contemplarse incluso y que queda cerca de las verdades universales de la filosofía. Philip Sidney mantendría que la poesía, a través de sus particularidades y sus imágenes, lleva a la gente hacia la virtud.
En la historia, el reconocimiento puede funcionar como una forma de moverse de la ignorancia al conocimiento. Los españoles, por ejemplo, cuando cruzaron el Atlántico, se dieron cuenta de que los antiguos estaban equivocados sobre las zonas abismales. El mundo les mostró que las palabras de los textos antiguos podrían ser erróneas y que la autoridad de los textos no estaba siendo comprobada empíricamente. Los científicos en la historia, como Copérnico, William Harvey y Galileo, vieron el error de las formas primitivas de considerar la naturaleza. A través del entendimiento del derecho internacional y los derechos humanos, así como de la genética (pero no me refiero a la ceguera de la eugenesia de los siglos XIX y XX), podemos reconocer las limitaciones y los horrores del racismo en la historia y en la actualidad. Los sesgos de clase y género son a menudo desfamiliarizados a través de la perspectiva histórica que consigue relativizar la ideología y el dogma en estos asuntos. Aristóteles, en su visión de la mímesis, comprendió la distancia crítica y la empatía antes de que Bertold Brecht lo hiciera a propósito de la alienación. Brecht, por supuesto, era inteligente para llamar la atención sobre el extrañamiento cuando se había amortiguado la mímesis aristotélica para convertir el naturalismo y el realismo en el nuevo estándar, tan innovador en la generación anterior cuando se practicaba.
El reconocimiento puede ampliarse en términos de otredad. El efecto Osiris es el derramamiento de historias en fragmentos a través de los textos. Usaba este término porque Set mató a su hermano Osiris y dividió su cuerpo en piezas que desparramó por Egipto hasta que Isis, la mujer de Osiris, las encontró, las juntó y lo resucitó, y juntos tuvieron a su hijo Horus, que se enfrentó a Set por el trono que había usurpado a Osiris. Ésta es una historia de resurrección. La audiencia se identifica con Isis y reconstruye el cuerpo fragmentado de la narrativa hasta convertirlo en un todo que tenga sentido y ofrezca conocimiento, aunque haya de por medio narraciones no fiables o historias unificadas de manera más convencional. Esperando a Godot, por ejemplo, ofrece repeticiones (recursividad) y fragmentos aparentemente arbitrarios más que una historia lineal.
Beckett era un estudioso de Joyce y el efecto Osiris es algo que caracteriza la historia de la familia Earwicker en Finnegas Wake, donde la narrativa onírica y no lineal y la primera y última frase hacen que el libro forme un ciclo. En otras palabras, el comienzo de la frase que abre la novela fragmentada puede encontrarse en la parte final de ésta. Algunas novelas aparecían en revistas literarias en París bajo el título que ejemplifica el efecto Osiris: “fragmentos de un trabajo en preparación”. El cuerpo desmembrado de los fragmentos literarios son un poco como el cuerpo de Osiris: la audiencia necesita ser como Isis y reunirlos. La novela es tan difícil que el lector (la audiencia) tendrá que trabajar para alcanzar el reconocimiento, quizás admitiendo la dificultad del conocimiento en la caótica vorágine entre las palabras y el mundo. El lenguaje de Joyce es tan profundo y lateral con sus usos multilingüísticos y el acto de lectura es tan lento por esa profundidad, precisión e intención artística que hace que cada palabra sea un fragmento con sentidos propios, una especie de narrativa congelada en un mar de obras narrativas. Hay más obras en esta historia que en el cuerpo de Osiris, así que es una fragmentación de la fragmentación, y el lector necesita una gran capacidad para devolver a la narrativa a la vida como un todo orgánico.
El efecto Lázaro es un intento de revivir al autor de su muerte, que certificó primero Barthes y más tarde Foucault, quizás ante el advenimiento de la muerte de Dios que Nietzsche había proclamado. Liberar al texto de la autoridad del creador era necesario, pero quizás es hora de hacer volver al autor, no con toda la autoridad (no hay necesidad de un tirano), pero bajo la nueva luz de los lectores, sus respuestas y sus derechos. El poeta respira al igual que el lector de Shakespeare respira, y así el joven de los sonetos revive como Lázaro y las historias resucitan como Osiris.
Uso “el drama del significado” para hablar sobre la relación retórica y performativa en la que el hablante y la audiencia, el escritor y el lector se encuentran, crean y reflejan algún tipo de significado o reconocen algún tipo de conocimiento. Desde mi punto de vista, el reconocimiento y la confusión son dos lados del mismo proceso y uno nunca está seguro de cuál es cual. Esta duda y escepticismo (esta ironía) nos mantiene a salvo en nuestra búsqueda de la verdad, justicia y belleza y, si esto suena demasiado pretencioso, sustituyámoslo por algo de conocimiento en un mar de ignorancia, desgracia, percances y errores que es la vida humana.
En la mayoría de las culturas ilustradas, las personas escriben y leen a su manera cada día, así que hay una tipología en nosotros como escritor y como lector y una contiene a la otra. Somos nosotros mismos y otros en el reconocimiento y la falta del mismo, lo cual ocurre mediante la comparación y el contraste. El descubrimiento artistotélico o reconocimiento contiene unas lecciones instructivas en el debate de la mímesis. El descubrimiento europeo del nuevo mundo fue también un desvelamiento en la historia y los textos, una mezcla de reconocimiento y confusión. Texto y contexto, ficción e historia pueden tener distinciones, pero se solapan. Ésa es la dificultad de hacer, ver y saber.

A.L.: He leído El giro de Stephen Greenblatt. ¿Es este tipo de movilidad cultural lo que ha intentado describir en su libro o quizás se quería acercar más a trabajos como Orientalismo de Edward Said?
J.H.: Admiro muchísimo la obra de Stephen Greenblatt. Tiene una escritura y un pensamiento brillantes. Hace unos veinte años escribí sobre Shakespearean Negotiations y planteé otros textos sobre nuevo historicismo. Di charlas en varias universidades inglesas donde intenté interpretar la obra de Greenblatt, que era sutil y había cambiado la manera en que mirábamos el Renacimiento, la literatura, la historia y la cultura. Tuve el placer de escucharle en una conferencia en Madeira en 1995, donde dio una buena conferencia. Sin embargo, hacemos cosas distintas. Estoy seguro de que nos ha influido a muchos de nosotros y nos ha ayudado a ver la poética cultural y el contexto con mayor claridad. La obra de Greenblatt sobre poética cultural es más parecida a otra obra que admiro de Carlos Ginzberg, Robert Darnton y Natalie Zemion Davis, historiadores cuyo estilo y habilidad para contar relatos de la historia cultural es impresionante. No he conocido a Ginzberg, pero tuve el placer de hablar con Darnton y Davis, y, al igual que Greenblatt, son muy buenos expresando sus ideas en persona. Una tipología es importante para una disciplina o cuerpo de obras para que respiren y prosperen. La historia camina entre disciplinas y no sólo en los departamentos de historia, al igual que la literatura no es algo que sólo esté en el ámbito de los departamentos de literatura.
Como conozco mejor el trabajo más reciente de Greenblatt, es difícil para mí decir si hablo de cosas similares a su movilidad cultural. Vi la entrevista que le hizo Charlie Rose cuando discutían sobre El giro. Era una muy buena interesante ver a Greenblatt reconstruir el papel del poema de Lucrecio en nuestra cultura. Lo que me hace optimista sobre nuestra cultura es que las historias, novelas y otros libros sobre el Renacimiento, o lo que los historiadores llaman la temprana edad moderna, son muy populares. Hay gente generosa como Greenblatt que pueden contar una historia con conocimiento y estilo sin dejar de ser un consumado crítico y académico. Umberto Eco tiene esa habilidad y pensaba que el libro de Davis sobre Martin Guerre y la película sobre el mismo tema fueron ejemplares. Me temo que lo que ha llegado a ser un negocio y un modelo de ciencia en nuestras universidades en Europa y Norteamérica no siempre reconoce la importancia de esas obras para el reconocimiento de la cultura, no sólo para estudiantes y estudiosos, sino para el público en general. Esto es una buena forma de movilidad cultural que Greenblatt escribe y ayuda a crear, al menos desde mi interpretación.
Maravillosas posesiones de Greenblatt fue un libro importante y habla de mis propios intereses tanto como del espíritu de los tiempos. En los setenta trabajé en los nativos y la Europa histórica del siglo XVII y he estudiado la historia colonial en francés e inglés en la escuela. Llegué a los españoles más tarde, y me ayudé con la obra de uno de mis mentores, Anthony Pagden, así como de otros pensadores como J. H. Elliott. Me gustaba la literatura comparada, la historia y el derecho desde una edad temprana y me involucré en esos campos cuando enseñaba en Canadá, en Estados Unidos, Inglaterra o Francia. Estaba interesado en temas coloniales y poscoloniales. Como venía de los sesenta y los setenta, con hermanos y hermanas más mayores, era dolorosamente consciente de las injusticias sufridas bajo el imperio en los asentamientos en países como Canadá y Estados Unidos. Demasiados nativos y afroamericanos vivieron en condiciones horribles por los prejuicios.
Cuando llegaron los ochenta, me sentí afortunado de aprender de algunas de las mejores mentes en ese campo. Edward Said fue una gran influencia. Hice un seminario con él y me enseñó algunas cosas importantes, a veces sin que yo me diera cuenta. Él daba unos discursos políticos brillantes y era un gran profesor. Incluso cuando no estaba de acuerdo con él, encontré que él estaba complacido por hacerme ver las cosas de forma distinta, ayudándome a alcanzar algún tipo de conocimiento nuevo. Mi resistencia a ver las cosas de una nueva forma podía ser dolorosa. Orientalismo, que apareció en inglés y en francés, era importante para explorar los estereotipos y los malentendidos culturales. Cambió la disciplina. Cultura e imperialismo me ayudó a pensar a través de algunos debates en torno al contexto cultural. Compartía con Said un interés en las culturas angloparlantes y francófonas y en la relación entre la élite colonial y la metrópolis. También en los nativos de los países y los imperios. Said tenía una gran marca de estilo y me marcó su claridad y elegancia. En la historia intelectual y la filosofía, nosotros habíamos leído a Kant, Hegel, Marx y otros. Los textos, cuando era necesario, tenían que ser difíciles, pero que fueran accesibles también tenía sus virtudes. Said podía llegar a los estudiantes, a los académicos y al público. Él me permitió ver culturas que no conocía de primera mano, salvo en los textos. Más tarde, cuanto más miraba en mi propio conocimiento, más me di cuenta de que habíamos estado en el corazón de las guerras de religión en Francia, la revolución inglesa y la guerra de independencia. Habíamos estado al este y al oeste del Atlántico mucho tiempo, pero muy poco en el nuevo mundo comparado con los indígenas, cuyas historias no han sido escuchadas. Crecí en un hogar que creía en el progreso de los derechos humanos. Said me ayudó a ver más conexiones entre la violencia en Argelia, Vietnam, las calles de las ciudades de Estados Unidos y en otros lados como un todo (esto fue una comparación de la movilidad cultural en otro sentido). Los textos nos ayudan a entender mejor el mundo y el mundo nos ayuda a entender los textos.
Mi tipo de movilidad cultural es mostrar cómo los Estados Unidos se apropiaron de Colón, incluso en los diarios de mujeres de Nueva Inglaterra que eran protestantes y no hablaban español; cómo franceses, holandeses, ingleses y angloamericanos usaron a Bartolomé de las Casas como parte de la leyenda negra de España en una especie de representación desenfocada de tu país, un gran poder y una influencia duradera en el nuevo mundo; cómo comparando textos y contextos del imperio se muestran las pretensiones y limitaciones de cada imperio, que a veces cambian, como en el caso de la esclavitud y su abolición. También he estado interesado en la mediación, límites, otredad crítica alternativa y oposición desde dentro (el escepticismo sobre el imperio y la dominación cultural). Las culturas cambian, así que la movilidad y las limitaciones del movimiento de La Malinche, Squanto, Equiano y otros en el periodo colonial son sugerentes e instructivos como es el poder textual de Harriet Jacobs, Red Cloud, Jean Toomer, Martin Luther King, Buffy Sainte-Marie y Jeanette Armstrong. A través de la movilidad cultural, un lenguaje o una cultura lleva a otra. Incluso dentro de un lenguaje, las personas de diferentes formaciones traen una diversidad de pensamiento: una cultura cerrada intenta acabar con esto. Vemos esto claramente por comparación y cuando los textos vienen junto con los contextos. Los textos se abren al mundo.

A.L.: Muchísimas gracias por sus abundantes y extensas reflexiones.
J.H.: Deseo darte las gracias. Tus preguntas me han impulsado a explorar. Los mundos posibles de la ficción y la historia son distintos, pero se solapan. Son abarcadores. Forma y contenido cambian y se abren en un proceso sin fin. Las culturas cambiantes de las Américas, por ejemplo, han alterado el lenguaje, la música y la poesía. Las letras y la música del blues, el jazz y el rap sugieren lo creativos e innovadores que eran los afroamericanos y cómo han definido la cultura estadounidense. La movilidad de la cultura es lo que deberíamos poder trasladar entre culturas, con todos los problemas y potenciales que hay entre medio, y ver qué podemos hacer con las palabras y el mundo cuando quedamos atrapados entre la ficción y la historia.
El peligro está en las apropiaciones, malinterpretaciones y faltas de reconocimiento. Pero alguna comunicación es necesaria en un mundo en el que lo local y lo global se mezclan, viviendo en la posibilidad y los límites, entre el dolor y el placer, de lo que Marshall McLuhan llamó la aldea global. El imperio es y no es, para mencionar a Roland Barthes y su sueño de Japón, un imperio de signos. ¿Cuál es la fantasía y cuál es la realidad? ¿Son los signos imperios de polvo? Quizás los monumentos terminen en ruinas, y tenemos palabras para intentar mitificar o averiguar qué ocurrió. Después nos quedan las representaciones y cómo las palabras se relacionan con el mundo y viceversa. El camino es un camino con bifurcaciones hasta cuando parece un camino recto de un único sentido. No es fácil la movilidad de culturas entre los mundos ficcionales e históricos, pero vale la pena como escritores y como lectores. Al menos, eso pienso yo.

Andrés Lomeña
11 de diciembre de 2012

sábado, 8 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON MICHAEL SCHUDSON

Breves palabras con el autor de "Sociología de las noticias". Su última respuesta (su nuevo libro) me parece interesante.

ENTREVISTA CON MICHAEL SCHUDSON

ANDRÉS LOMEÑA: ¿Nos estamos acercando a un punto crítico en los estudios sobre medios? Quizás los estudios culturales los están absorbiendo...
M.S.: Todo el mundo quiere decir algo diferente cuando menciona los “estudios culturales” o los “estudios de medios”. Ése es un charco en el que no quiero meterme. Sólo diré lo que busco en los alumnos y admiro en los colegas de profesión. Es lo mismo que intento lograr en mi propio trabajo: una atención sutil, sensata y disciplinada al mundo real (pienso que existe tal cosa, aunque sólo lo captemos parcialmente y lo reconstruyamos en cierto modo). Tengo un gran recelo al teorizar sobre algo que no esté basado en “las cosas tal como son”.
El ser-de-las-cosas en la actualidad me parece algo bastante asilvestrado. Esto incluye las grandes posibilidades de las nuevas tecnologías. Este estado salvaje es inevitable ahora. Dicho esto, el pecado original de los estudios de medios (algo similar puede decirse de otros campos en la universidad) es mirar a su objetos de estudio sin mantenerse pegados a lo que hacen otros en el edificio de enfrente, ya sea sobre estudios demográficos o pruebas neurocientíficas de la atención humana. Ya sea el close reading de los textos de la literatura contemporánea, o la economía de las empresas, o el impacto de los tipos de papeleta en los resultados de las elecciones, o las interacciones sociales que se conectan con el crimen organizado, o las dificultades del gobierno para hacer planes a largo plazo y por qué las infraestructuras se deterioran sin repararse o preverse (un problema que el huracán Sandy trajo a los neoyorkinos). Todos esos proyectos de investigación son consecuentes e importantes y pueden tener un componente mediático pero rara vez es el más importante.

A.L.: Evgeny Morozov ha dicho que el sueño de vivir sin intermediarios es completamente falso. Las nuevas tecnologías también actúan como gatekeeperes. ¿Qué piensa del nuevo papel de los gatekeepers?
M.S.: Estoy de acuerdo con Morozov. Siempre tenemos gatekeepers. Incluso si salgo de casa al bosque y construyo mi propia cabaña, lo haría a través de las imágenes culturales de Henry David Thoreau en Walden. No estaría experimentando una actividad no mediatizada. Los nuevos gatekeepers como Google o Facebook, a los que podemos añadir algunos sitios on line muy influyentes como el Huffington Post o la Wikipedia, tienen una importancia sustancial e incalculable. Google y Facebook se han desafiado mutuamente en los juzgados (en materia de privacidad y propiedad intelectual), pero hasta la fecha no hay un régimen regulador para gobernarlos ni, hasta donde sé, un consenso intelectual sobre cómo debería hacerse o incluso si debería hacerse.

A.L.: Nigel Holmes o Nathan Yau están poniendo la visualización de datos más de moda que nunca. ¿Qué hacemos con tanta información en la era digital?
M.S.: Nadie sabe realmente qué hacer con tanta información en nuestros tiempos. Estoy impresionado con la obra Too Much to Know de la historiadora Ann Blair, un ensayo sobre cómo los académicos de la época medieval y de principios de la Edad Moderna después de la imprenta se sintieron sobrepasados por la avalancha de información... y encontraron respuestas. Algunas de esas respuestas estaban codificadas dentro de las publicaciones: títulos de páginas, índices, capítulos, separaciones, números de páginas, a veces índices alfabéticos, notas al pie, etcétera. Olvidamos que los libros nos ofrecen una guía explícita sobre cómo leerlos. Necesitamos unas herramientas así de manera desesperada para la nueva avalancha de información que se avecina y la visualización de datos es uno de los términos que resumen este dilema.

A.L.: Hábleme de las novedades de la segunda edición de La sociología de las noticias.
M.S.: La principal novedad de la segunda edición es un capítulo entero dedicado a la “primera revolución de las noticias del siglo XXI”. La edición original de 2003 apenas mencionaba Internet. El nuevo capítulo salió del trabajo que hice con Leonard Downie Jr, antiguo editor ejecutivo del Whashington Post. Era un informe de 2009 que coescribimos para la escuela de periodismo de Columbia: La reconstrucción del periodismo estadounidense (disponible en la web de la escuela de periodismo de Columbia). El capítulo también sale de mi conocimiento creciente de la investigación del periodismo on line y del colapso del modelo de negocio basado en la publicidad en los periódicos estadounidenses (con referencias al resto del mundo).
El mundo del periodismo ha cambiado bruscamente en los últimos diez o veinte años, aunque insistiría en que mucho más permanece como “legado periodístico” de lo que algunos ardientes impulsores de los nuevos medios o los apocalípticos más depresivos admiten. Algunos de los periódicos de Estados Unidos han cerrado, pero los periódicos han cerrado sus puertas durante décadas. Los minutos disponibles de informativos en un día ordinario es mucho mayor que en los años sesenta, setenta u ochenta. Una simple empresa de noticias (National Public Radio, que ha cumplido cuarenta años) ha hecho de las noticias de radio algo más serio y valioso de lo que se había conseguido nunca en Estados Unidos. La mayoría de las web de noticias están dirigidas por el legado de las empresas de noticias y los periódicos (el New York Times, de manera notable) han hecho de sus web centros importantes para el comentario y la interacción con las audiencias. Lo mejor del reportaje en profundidad está mejorado con las posibilidades on line, manteniendo su familiaridad en la estructura, el tono, o los estándares de investigación y verificación. El mundo está cambiando muy deprisa, pero esto no significa que el pasado no esté con nosotros. Lo está, y lo seguirá estando por mucho tiempo.

A.L.: ¿Habrá tercera edición?
M.S.: No lo creo. No en mi caso. En este momento escribo un libro sobre la historia de la transparencia en las instituciones de Estados Unidos (1960-1980): la Freedom of Information Act (1966), las leyes de impacto medioambiental (1970), la mejora de la información de los productos en el precio, la calidad nutricional, etcétera. En los setenta, hay una mayor apertura en los procedimientos del gobierno y los medios de comunicación tienen menos sumisión y deferencias. Algunas de estas cosas ya se han escrito antes, por supuesto, aunque menos de lo que sospecho, y no creo que se haya escrito en una única obra como parte de la cultura cambiante y a través del conjunto de prácticas del discurso público. Podrías pensar en esta obra como una especie de prehistoria de las normas y los valores de la era Internet. Estoy alucinando porque muchos de estos cambios empezaron antes de los sesenta, aunque el espíritu de los sesenta los reforzó... y por supuesto, todavía estamos viviendo las consecuencias.

Andrés Lomeña
8 de diciembre de 2012

miércoles, 5 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON KATHLEEN FITZPATRICK

No, esto no va del documental, sino de un libro sobre las publicaciones académicas.

"Peer reviews", factor de impacto, esas cosas tediosas de los profesores universitarios :P

Creo que, al igual que en muchas otras entrevistas, no se profundiza mucho porque es más bien una entrevista de divulgación... pero creo que ésta da pie a vuestro feedback ;)

ENTREVISTA CON KATHLEEN FITZPATRICK

ANDRÉS LOMEÑA: Las Humanidades Digitales y los Estudios Culturales están abriéndose a todo tipo de audiencias. Nada que ver con los filósofos analíticos al otro lado del Atlántico, que rara vez se dejan entrevistar. ¿Están cambiando las ciencias sociales gracias a su libro Obsolescencia programada?
KATHLEEN FITZPATRICK: No sé si Obsolescencia programada ha cambiado la situación, pero desde luego es uno de los objetivos del libro. Los académicos tienden con demasiada frecuencia a hablar para ellos mismos, entendiendo (sin equivocarse) que su obra es principalmente una conversación entre iguales. Sin embargo, uno de los resultados de mantener a puertas cerradas nuestras conversaciones profesionales es que un público intelectual más amplio pierde el sentido de nuestra dedicación, y nosotros perdemos los beneficios de su actividad, tanto el apoyo público a la educación superior como el crecimiento del discurso intelectual en la vida pública. Mi esperanza es que proyectos como Obsolescencia programada puedan inspirar a más académicos a hacer obras abiertas para que podamos aumentar el impacto de nuestro trabajo y para que podamos aprender del público que participa con nosotros.

A.L.: He hablado de Humanidades Digitales y de Estudios Culturales presuponiendo que sabemos con exactitud en qué consisten. En España, salvo muy contadas excepciones, no se imparte ninguna de estas disciplinas. ¿Podría sacarnos de dudas?
K.F.: Las Humanidades Digitales son una confluencia de campos que han crecido en la intersección de la investigación humanística tradicional y las nuevas formas de tecnología computacional. Esas formas de investigación humanística incluirían los Estudios Culturales o los estudios de los medios, los cuales se interesan por los modos de interacción de las tecnologías y su significado cultural. Mi obra indudablemente se desarrolla a partir de la tradición de los Cultural Studies y los estudios de medios, y está centrada sobre todo en cómo influyen los medios en la comunicación. Una base sólida en la teoría de los medios es crucial para cualquiera que trabaje en este área. También pienso que estamos trasladando nuestro trabajo impreso a los entornos online. Es importante conocer la historia del libro para que comprendamos su desarrollo histórico, económico y tecnológico, de manera que no infravaloremos sus logros prematuramente o concedamos más poder cultural del debido a la forma.

A.L.: Supongo que no le descubro nada recomendándole Mercaderes de la cultura de John B. Thompson. Este sociólogo ha escrito sobre la industria editorial, aunque no se detiene mucho en la literatura académica. Me imagino que usted y él contribuyen a reconciliar las mal llamadas alta y baja cultura.
K.F.: ¡Es un libro muy interesante! Mi crítica de Mercaderes de la cultura saldrá muy pronto en la revista New Media & Society; me gustó mucho, aunque se centra en el punto de vista de la industria y se para demasiado pronto, justo antes de que el libro digital tenga la oportunidad de eclosionar. En cualquier caso, pienso que existe la posibilidad (o debería existir, al menos) de reconciliar la “alta cultura” y “lo popular”, o lo académico y el público. Sin embargo, para hacer eso se necesitan académicos que hablen diferentes idiomas, que realmente intenten comprender a sus audiencias y sus puntos de vista, y que se comprometan de forma generosa con el discurso público sin renunciar a la seriedad. Esto puede ser más fácil de decir que de hacer, lo sé, pero pienso que es una lucha valiosa, y la Academia haría bien en tomársela en serio.

A.L.: Me gustaría saber qué opina del factor de impacto como mecanismo de medición del conocimiento.
K.F.: Muchos investigadores de diferentes disciplinas que trabajan en comunicación académica han empezado a afirmar que el factor de impacto no es una métrica útil (las presunciones que fomenta sobre la calidad de las publicaciones no se aplica a ninguno de los artículos que contiene esa revista) y hay maneras más útiles de explicar el impacto del esfuerzo académico hoy en día. La web nos permite rastrear no sólo cuestiones cuantitativas como visitas y descargas, sino aspectos cualitativos como comentarios y enlaces internos, los cuales nos permiten ver no sólo estadísticas sobre cuántas veces se ha citado un texto, sino la calidad que tienen esas citas. Esto nos permitiría distinguir entre las citas que son solamente proforma y aquellas que indican una conversación sustantiva entre académicos.

A.L.: ¿Qué me dice del peer review? El caso Sokal ocurrió porque la revista en la que se publicó el artículo falso no disponía de revisión de pares. ¿Habría sido distinto en una revista con peer review?
K.F.: Escribo mucho sobre revisión de pares y sobre las estructuras de publicación basadas en la web que propician modelos de revisión más abiertos. De hecho, hemos visto que el open peer review y los sistemas de comentarios nos facilitan la detección del academicismo mal realizado; en las comunidades open source, muchos ojos hacen que los errores salgan a la superficie. Del mismo modo, cuantos más lectores (y cuanto más diverso es el grupo de lectores) examinan una obra académica, más compromiso crítico podemos esperar y es menos probable que un trabajo plagado de errores pueda ver la luz. Hay que reconocer que esto pone muy nerviosos a algunos académicos al hacer públicos sus errores, pero los estudios parecen indicar que los procesos de open review tienen el potencial para crecer tanto en la calidad de las propuestas (los académicos se vuelven más escrupulosos con lo que los revisores detectan) como en la calidad del compromiso entre autores y revisores.

A.L.: Gaye Tuchman ha publicado un libro sobre la transformación mercantilista de la universidad. No es un caso aislado. ¿Es puro alarmismo o nos acercamos a una verdadera catástrofe intelectual?
K.F.: Éste es un tema tediosamente largo y no creo que pueda hacerle justicia en este espacio. Un problema fundamental que veo en las universidades, al menos en Estados Unidos, es que el público ha llegado a entender la educación universitaria como un privilegio privado más que como una responsabilidad pública, con el resultado de que la financiación pública de la educación superior se ha recortado una y otra vez. Los presupuestos de las universidades sufren recortes, las tasas de los estudiantes crecen y los presupuestos internos para la biblioteca de la universidad se reducen. Y cuando las tasas de suscripción de los editores de las revistas ascienden, el presupuesto de las bibliotecas que puede usarse para comprar libros baja. Y como las bibliotecas compran menos libros, los beneficios que las editoriales universitarias reciben por su obra baja, disminuyendo su capacidad para seguir editando obras. Todo eso está interconectado, pero el problema principal para mí está en que se ha asumido que las universidades deberían ser rentables, más que comprender que proveen un bien público que nos beneficia a todos.

A.L.: ¿Y cuál sería la solución?
K.F.: Es un tema complicado y como dije, no puedo hacerle justicia aquí. Creo firmemente en que la mejor defensa que puede hacerse de las humanidades es trabajar en humanidades y hacerlo de forma públicamente visible.

A.L.: ¿En qué trabaja actualmente?
K.F.: He asumido el cargo de directora de comunicación académica para la asociación de lenguas modernas (www.mla.org) y estoy ayudando a que la organización construya las estructuras de publicaciones del futuro. Es un trabajo que me está permitiendo poner en práctica muchas de las ideas de Obsolescencia programada. Trabajo en un par de proyectos más, pero ahora mismo están muy lejos de su publicación.

A.L.: No deje de publicar...
K.F.: Me alegra el interés creciente de estos debates y estoy encantada con la oportunidad de mantener conversaciones como ésta. Esto evidencia que la comunicación académica está empezando a cambiar y que cada vez más académicos están encontrando valioso el hecho de trabajar en público. ¡Gracias por tus preguntas!

Andrés Lomeña
5 de diciembre de 2012

lunes, 3 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON ACHARYA S (LA CONSPIRACIÓN DE CRISTO)

Entrevista realizada el 5 de agosto de 2009.

¿Cristo existió? ¿Hubo realmente un Jesús al que crucificaron?
¿Fue una creación mítica, religiosa, o una figura histórica quintaesenciada por la gracia de los evangelistas?

Estas preguntas tienen tantas respuestas que la verdad se desconoce. Confieso que me ha interesado la TEORÍA DEL MITO DE CRISTO. Hay tantos teóricos que un lector no iniciado como yo podría perderse nada más empezar, así que compré el libro que me resultó más fácil de adquirir: “La conspiración de Cristo” de Acharya S. Encontré una buena entrevista en castellano en la red, pero me quedaron preguntas y decidí hablar con la autora directamente. Ahora adjunto las respuestas de mi encuentro virtual con ella:

ENTREVISTA CON ACHARYA S, autora de LA CONSPIRACIÓN DE CRISTO.

ANDRÉS LOMEÑA: Hay cada vez más datos sobre la hipótesis de un Cristo mítico. ¿Por qué las personas persisten en considerar a Jesús una figura histórica y hasta qué punto cree que su libro contribuye a cambiar esta posible ceguera histórica?
ACHARYA S.: Desgraciadamente, las personas están muy condicionadas desde que son pequeñas, y nadie va fácilmente más allá de su condicionamiento. Creo que era Ignacio de Loyola quien dijo: “Dame un hijo antes de los siete años y será mío durante toda la vida”. Si la gente estudiara las religiones y mitos de otras culturas milenarias, entenderían con bastante facilidad que, leyendo la historia evangélica de Jesucristo, estamos viendo un “mito”.
Mi libro LA CONSPIRACIÓN DE CRISTO parece haber tenido un impacto significativo en la parte mejor educada (alfabetizada) del mundo angloparlante. También está en español, como sabes, pero no sé cuántas personas en realidad lo han leído. A través de la primera parte de la película Zeitgeist, varios millones de personas han podido ver mi trabajo, aunque la mayoría de ellos no se dan cuenta de ese hecho, lamentablemente.

A.L.: Piensa que Cristo es una mera versión de los dioses solares, así como revisiones de dioses como Horus, Attis, Krishna o Buda. Esto me plantea dudas sobre la historiografía. ¿Cómo separaremos lo histórico de lo mítico? Sócrates, que comparte ciertos paralelismos con Jesús, también podría antojarse como una figura mítica y entonces no sabríamos en qué creer de la civilización occidental.
ACHARYA S.: Después de estudiar las religiones del mundo, los mitos y la historia en general, es muy sencillo contar qué es un hecho y qué es ficción, especialmente cuando aparecen hechos sobrenaturales y poco creíbles. Incluso si se pudiera probar que Sócrates fue una figura mítica, no habría problema, porque nadie está matando o muriendo por él, y grandes ejércitos no marcharon para asesinar en su nombre. El alma de una persona no depende de Sócrates.
Cristo, por el contrario, es la fuente de muchas alteraciones de la psique humana, así que sería mejor asegurarse de que no todo es una fantasía. No logro comprender por qué hay tanto follón cuando digo que Jesús es tan mítico como Hércules. Cuando estudias en profundidad la era en la que el cristianismo fue creado y te das cuentas de cuántas deidades y héroes había alrededor del Mediterráneo, llega a parecer obvio que hubo un esfuerzo extra para crear un Dios con la finalidad de unificar el imperio romano bajo una religión estatal. En todos los elementos “cristianos” se ven desde los incontables predecesores paganos hasta los dioses y diosas de Egipto, Babilonia, Grecia y Roma.
En cuanto a Sócrates, donde hay una similitud con Jesús, yo mantengo que hubo una operación para usurpar la fama de la sabiduría griega. No tengo duda de que los trabajos de su discípulo Platón fueron usados en la creación del cristianismo. Lo mismo podemos decir de Aristóteles, tal y como fue admitido por el cardenal Pietro Sforza Pallavicino (1607-1667), quien afirmó: “Si no hubiera sido por Aristóteles, la Iglesia habría necesitado muchos más concilios”.

A.L.: George Albert Wells (Did Jesus exist?, The Jesus myth) parece una de sus influencias más importantes. También Bart Ehrman y otros están haciendo un trabajo en la búsqueda de la verdad, ¿no es cierto?
ACHARYA S.: George A. Wells es importante porque mantuvo vivo el Jesús mítico en el mundo anglófono casi en solitario, junto a John G. Jackson, durante la era moderna. Aunque yo he leído la mayoría de sus libros y los he disfrutado, y aunque lo he citado a menudo, mi trabajo no guarda demasiada relación con el suyo. Tal y como yo lo veo, Wells se ha retractado un poco y ahora cree que en algún lugar, bajo todos esos mitos, hubo “algún individuo” que dijo algunas cosas. Esa perspectiva se conoce como “evemerismo”, y el hecho es que realmente no hay un corazón de la cebolla cuando quitas todas las capas. La mayoría de los dichos en los evangelios pueden extraerse de ideologías anteriores, textos, mitos o tradiciones. Realmente no hay nada nuevo bajo el sol.
Bart Ehrman es bueno hasta donde sé, pero él no estudió la posición mítica, así que pienso que a su perspectiva en el asunto le falta una gran pieza del puzzle.

A.L.: La asignatura de religión no es obligatoria en las escuelas públicas españolas. Sin embargo, hay una optativa de Catolicismo. ¿Por qué estudiamos religión como algo aparte? Creo que ya se estudia religión en historia, en historia del arte, etcétera.
ACHARYA S.: Evidentemente, estoy fascinada por la religión y la estudio todo el tiempo… desde fuera. No me absorben creencias absurdas y deletéreas, lo cual es un peligro a la hora de enseñarla en escuelas públicas. Soy como una antropóloga que observa pero no participa. Desearía que la mayoría de los humanos en este planeta pudieran hacer lo mismo de algún modo, porque así no estarían tan emocionalmente alterados, y nunca considerarían esclavizar o asesinar a otros por los dogmas religiosos.
Existen millones de personas que son esencialmente “depredadores espirituales” imponiendo a su dios opresivo y la ideología que los reviste. Son como rapaces en las colinas capturando a sus presas… una mentalidad degenerada. Tenemos que mantenernos en pie para no caer en su trampa, pero nos están rodeando con cuerdas, tal y como han hecho literalmente con millones de esclavos en África.
Estados Unidos tiene su propia marca de terrorismo espiritual: mienten, engañan, roban y hacen lo que sea para imponer sus cultos religiosos al resto de nosotros. Veo a personas mintiendo que piensan que están defendiendo al Señor contra los ateos, librepensadores y otros no creyentes; mentiras increíbles, calumnias… todo en el nombre del Señor.
Después de la Inquisición y las torturas, asesinatos y genocidios llevados a cabo por religiones organizadas, la mayoría de las personas teme el tipo de odio que he retratado todo el tiempo. No me afecta en el nivel del “alma” porque tengo integridad, y las mentiras no me afectan. Si tú eres verdaderamente “recto”, sin necesidad de todas esas creencias, no necesitas todo ese sinsentido. Ése ha sido el problema con las personas “iluminadas” durante siglos… ellos no aceptaban la coerción ni la corrupción del terrorismo espiritual.
Si pudiéramos educar pero no adoctrinar a nuestros hijos en religión, enseñándoles a apreciar los significados ocultos detrás de todas las religiones y mitologías del mundo, más que imponiéndoles un dogma, no tengo duda de que la Tierra sería un lugar mucho mejor. Me encantaría ver los verdaderos orígenes astroteológicos detrás de las religiones que se imparten en la escuela. La educación debería prevenir el fanatismo religioso basado en la idea de presentar el mito como historia.

A.L.: Cuál es su opinión del documental The god who wasn´t there?
ACHARYA S.: Es un documental interesante, aunque uno de los miembros de la película se encargó de que yo no participara en el proyecto. En cualquier caso, otro documental es necesario. Ya me han propuesto hacer varios, aunque luego la gente se va, probablemente porque temen hablar de un tema como éste.

A.L.: ¿Teme ser considerada una vulgar “pseudocientífica” por los historiadores? Los críticos han dicho usted es sólo una parte de la ola New Age.
ACHARYA S.: Los críticos abundan y no suelen estar entre los visionarios del mundo. Las personas que han hecho comentarios despreciativos sobre el New Age no conocen mi trabajo bien. O, si así es, son mendaces o están cegados por sesgos hasta el punto de ser deshonestos. El cuerpo de mi obra habla por sí mismo. Si alguien está siendo “pseudo” aquí, son aquellos que endilgan sus cuentos de hadas a otros, y entonces cuando sus críticas no venden, le ponen el nombre “nueva era” o algo peor (créeme, he escuchado cosas peores).

A.L.: ¿Ha recibido amenazas por sus escritos? Supongo que usa pseudónimo por este motivo.
ACHARYA S.: Sí, empecé usando pseudónimo por un par de razones, una de las cuales era protección. Desde que he estado en el punto de mira, especialmente al principio, mucha gente me preguntaba si temía por mi vida, dado que me había atrevido a criticar la religión. Desde 1995, las cosas han cambiado mucho. En ese momento, me centraba en la Cristiandad, y las personas pensaron que los fanáticos cristianos eran lo suficientemente salvajes como para asesinarme. Desde luego, ahora la mayor amenaza es el Islam. La gente está siendo asesinada por hablar de ello, o arrestada, sus web están siendo bloquedas y hasta les demandan (todas las técnicas usadas para guiar al rebaño de gente y llevarlos al matadero, me temo).

A.L.: Una pregunta fácil… o no tanto. ¿Cree en Dios? ¿Es atea?
ACHARYA S.: En cuanto a si me considero atea, en mi libro EL EVANGELIO SEGÚN ACHARYA S, escribo:

<<< No me describo a mí misma como atea o teísta, porque, mientras que no creo en un dios hecho por el hombre de la Biblia, el Corán/Quran o cualquier otro texto sagrado escrito por humanos, elijo realmente percibir un misterio asombroso que llena el cosmos, un inmenso poder que no sólo mueve el sol y produce vida en la Tierra, sino que también crea nubes de gas de seis billones de millas de altura para crear las estrellas >>>

Hay mucho más acerca del asunto, y los lectores interesados quizás quieran conseguir mi libro. Sería muy bueno tener El evangelio según Acharya S. traducido al español. Estoy buscando un traductor, de hecho.

A.L.: ¿Alguna conclusión?
ACHARYA S.: Espero que la humanidad despierte a tiempo para expulsar sus fantasías religiosas antes de que se destruya a causa de ellas. Comprendiendo los verdaderos orígenes del pensamiento religioso, podemos disfrutarlo sin creer ciegamente en él. No estoy interesada en prohibir todo pensamiento religioso. Al contrario, creo que entendiendo sus orígenes en la astroteología y el culto a la naturaleza se tiene la llave para establecer un planeta más pacífico. Así podremos valorar la gloria de la existencia, incluyendo la creación humana, y especialmente el pensamiento profundo y la exploración religiosa.

domingo, 2 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON DAVID GRAEBER

David Graeber casi no necesita presentación porque está muy de moda por su libro "En deuda: una historia alternativa de la economía". Dicen que es uno de los padres intelectuales del movimiento Occupy Wall Street. Ahí va:

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ANDRÉS LOMEÑA: ¿Se considera el precursor de una antropología anarquista?
DAVID GRAEBER: No creo que lo hago pueda llamarse antropología anarquista. Escribí un pequeño panfleto planteando la pregunta: “¿Qué ocurriría si hubiera una antropología anarquista? ¿Cómo sería?” Pero todo era hipotético. Sólo soy un antropólogo libertario de izquierda que intenta hacer un trabajo valioso para que las personas intenten cambiar el mundo de una forma positiva.

A.L.: El libro Redes de indignación y esperanza de Manuel Castells está dedicado a los movimientos sociales y usted publicará en unos meses El proyecto de la democracia. Me gustaría saber qué podemos esperar de su nuevo libro; últimamente sólo oigo a personas que critican todo tipo de protestas sociales porque creen que el único cambio posible se consigue a través de simples subidas o bajadas de impuestos.
D.G.: Sí, eso es lo que ocurre cuando pones el listón tan bajo. Si nuestra mayor esperanza es poner más dinero bajo el control de los políticos... tú me dirás.
Estoy de acuerdo con Castells y hemos ofrecido los mismos argumentos en muchas ocasiones. Lo que a mí me fascina es la manera en que la idea original de democracia (el autogobierno popular) ha permanecido a pesar de la hostilidad continua de las élites. Veo el movimiento Occupy Wall Street como un momento de un proceso mucho más largo que en Estados Unidos retrocede a antes de la revolución estadounidense. A menudo nos olvidamos de los llamados padres fundadores de la “odiada democracia estadounidense”, que estaban abiertamente en contra de este proceso. Establecieron algo conocido como sistema “republicano” para contener y prevenir lo que con frecuencia denominaban “los horrores de la democracia”. Cuarenta o cincuenta años más tarde, la clase política estuvo forzada a renombrar el sistema como “democracia” porque el término era aún muy popular. ¿Por qué? ¿Qué quería decir realmente la gente? De eso trata el libro.

A.L.: Siempre se acusa a la izquierda de ser utópica. ¿Puede ser útil o dañino el pensamiento utópico?
D.G.: Si no eres utópico, esto sólo quiere decir que no tienes iniciativa política. Ya no serás el movimiento del futuro, sino alguien reducido a un papel reaccionario defendiendo los fragmentos del pasado. Todos los movimientos exitosos son utópicos (el de la derecha contemporánea, quizás, el mayor de todos). Los peligros de la utopía no residen en soñar nuestra sociedad de una forma radicalmente diferente: vienen cuando sientes que sólo hay una visión utópica, no muchas, e intentas imponer esa visión por la fuerza.

A.L.: En España, el partido político Escaños en blanco tiene una única regla: no tomar posesión del escaño. Es algo legal y argumentan que ahorran dinero al Gobierno porque reducen concejales. Desconozco si hay propuestas parecidas en su país.
D.G.: El Partido Libertario de Estados Unidos propuso algo similar hace dos décadas: si una pluralidad no vota, entonces los sillones no tienen que ocuparse. Yo prefiero la propuesta reciente de Ocupa Atenas: más que dejar el sillón vacío, el voto negativo debería considerarse como un voto contra el sistema representativo de partidos y esos escaños se completarían al azar.

A.L.: Usted se ha convertido en una nueva referencia moral para muchos. ¿Qué podría aconsejar a sus lectores?
D.G.: Bueno, simplemente estoy transmitiendo la sabiduría que absorbí al tomar parte en los movimientos que hubo desde Seattle, que están basados en el siguiente principio: la resistencia tiene que ser una materialización (hasta donde sea posible) del mundo que uno desea crear. Esa actitud surge de una confluencia entre feminismo, anarquismo e incluso ciertas corrientes espirituales. Algunas veces he definido la acción directa como la insistencia desafiante de actuar como si uno fuera libre. Desafiante, porque desde luego uno sabe que en el fondo no lo es.
También significa el reconocimiento de que una vez que empiezas desde un cierto deseo compartido a lograr algunos objetivos prácticos en el mundo, las diferencias filosóficas (incluso la existencia de perspectivas fundamentalmente incompatibles) no son un problema, son en realidad una ventaja en la resolución de problemas colectivos. Esto no es realmente una tradición intelectual que salga de un libro, sino una tradición práctica que se ha desarrollado durante décadas de duro trabajo intentando resolver en qué consiste un movimiento genuinamente democrático, basado en formas de organización que podrían existir en una sociedad libre como la que de verdad podemos lograr.

Andrés Lomeña
2 de diciembre de 2012